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que solo es posible alcanzarlo en la lucha leal de la prensa, de la tribuna, de
las asambleas populosas y del sufragio.
>
Pero
El Siglo
debe convenir al mismo
tiempo
en que nada es mas
opuesto á esto que su propaganda, que
tiende á
resucitar á los partidos en
sus antiguos ódios y sus antiguas divisas.
Si
El S iglo
sabe trazar con mano
maestra un programa político, es seguramente el que menos h ace por ponerlo
en práctica.
Si sostiene á veces magníficas
teorias, se muestra siempre par·
tidario intolerante.
»
El S iglo
representa en mi concepto un rol intolerable. Quiere conciliar
lo que es inconciliable. Quiere ligar las doctrinas liberales que decanta, con
los elementos viciosos, escluyentes y personalísimos de uno de
los partidos
en que estuvo dividida nuestra patria.
:o
El Siglo
no ha comprendido lo que yo entiendo que es un principio
incontestable: esto es, que para ser liberal
y
principista es necesario levantar
la idea
y
la doctrina
sobre
los hombres y los partidos.-El
Siglo
por el
contrario ha caido siempre en el gran error de hacer secundario lo principal
y de no hablar de principios sin fotografiar sus hombres, que han sido, como
lo acredita el presente,
los despiadados verdugos de esos mismos principios.
•
El Siglo
ha creido que solo su partido es capaz de organizar al país y
de conquistar
y
afianzar los principios liberales,
y
ha persistido en esa creen–
cia, sin pensar que el privilegio importa la negacion; y persiste valientemente,
aunque los hechos acallen su voz y se reproduzcan atentados que nos humi·
llan y avergüeuzan .
»
De aqui se desprende la esplicacion de nuestras posiciones respectivas.
»
Mientras nosotros hemos levantado una ancha bandera de principios, de
libertad y de concordia, que admite á todos los hombres que vengan á sos–
tenerla,
El S iglo
enarbola la antigua divisa del partidario
intransigente y se
esfuerza en una propaganda sin eco, porque está en abierta contradiccion con
sus principios manifiestos.
¿Cómo hemos de creer en su liberalismo, si traen
una escarapela encarnada que representa la lucha encarnizada del pasado?
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Nosotros, por el contrario, prescindimos completamente de
las personali–
dades y no entendemos que ningun hombre, ni círculo
alguno, puedan encau–
zar las ideas á que rendimos culto. Bajo esa bandera pueden confundirse todos
los hombres y todos los partidos, porque si la fusion es inmoral cuando equi–
vale á la renuncia ó la abdicacion de la conciencia individual, no lo es cuando se
basa en una idea alta y generosa, que dá ancho campo á todas las aspiraciones
legítimas.
• Vd. suprime con gusto la época del Cerrito -algo es algo-dé Vd.
un
paso mas adelante y habremos venido al verdadero terreno apreciando las ver–
daderas causas de la guerra actual.
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Eso es lo que pretendo demostrar en un segunde artículo, porque hoy no
toogo tiempo para más.
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Hasta entónces saluda al Redactor de
El Siglo,
S. S. S. Q. B. S. M.
Belisario Estomba.
Avanmidas, Noviembre 23 de 1•870.
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