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Se reconstruyen las trincheras de Sorchantes y la Figurita
que estaban casi destruidas.
El dia 22 ' es sorprendida la guardia avanzada revoluciona–
ria que hacia servicio en el Arroyo Seco y perseguida hasta la
quinta de Maturanas pierde algunos soldados en la derrota. El
batallan 2°. de Cazadores y la gente de Polidoro F ernandez
fueron los que efectuaron esta sorpr esa.
S e crea en Montevideo un nuevo bat allan titulado «General
Flores , , dándole el mando en jefe al Mayor Trifon Estevan.
Son heridos en las guerrillas los Mayores de la plaza Clark
y
el ya citado Polidoro Fernandez.
Los sitiados espiden dos órdenes generales, una prohibiendo
absolutamente la venta de armas y municiones en la ciudad
sin prévio permiso de la Comandancia Militar; y
la otra, en
vista de los abusos que se cometían por las fuerzas del gobier–
no contra la propiedad, no obstante las repetidas órdenes que
se habian dado en contra, disponiendo « que todo jefe
ú
oficial
que tolere esos abusos en los puntos qne se les han confiado
para castigar al enemigo, sea juzgado y penado como lo deter–
minan las Ordenanzas del Ejército, sin consideracion de nin–
gun género, y los soldados con 200 azotes y destinados á los
cuerpos de línea.
'I>
El gobierno recibe noticias del ejército del General Suarez,
de cuya existencia todos dudaban, como hemos dicho antes,
y además dos partes, que son las que publicamos mas adelan–
te, dando cuenta de una derrota sufrida por una pequeña fuer–
za revolucionaria que estaba en el pueblo de Tacuarembó. Un
poco exajerados los partes, pero son exactos.
Segun las comunicaciones recibidas, Suarez quedaba el 11
de Noviembre en Salsipuedes y Borges el dia 12 estaba en su
estancia en el departamento de Paysandú, esperando r eunio–
nes. En el ej ército revolucionario no se creían estas noticias.
Por último, publica el Coronel Estomba el siguiente artículo,
contestando al Dr. D. José P. Ramirez:
e
LAS CAUSAS DE LA GUERRA
»
Aunque soy mas militar que político, y aunque mi puesto en el ejército
me permite consagrar pocos momentos·
á
la meditacion tranquila, no debo ni
quiero dejar de contestar
á
la provocacion que me dirije el redactor de
El
S iglo,
y mucho menos desde que se me ofrecen galantemente las columnas de
ese diario.
• Acepto la batalla, y empiezo por manifestar sin reserva, un pensamiento