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esas fuerzas enemigas que estaban de avanzada, á una cuadra

de distancia, empezaron á hacerles un fu ego graneado inso–

portable; pero aquellos impasibles, no se hubi eran r etirado sino

es la deséacia de caer herido del caballo el Capitan Leco t,

atr~vesado de un' balazo, y que en vista de su audacia, les traen

una

carg~

con la guerrilla de infantes, e capando milagrosa–

mente de sus garras debido á la proteccion que en seguida les

<lió el Coronel Estomba, retirándose con el herido

enancado

y

abandonando el caballo ensillado.

Ahora bien: en las guerrillas que se formalizaron entre Es–

tomba y la fuerza del gobierno, es herido gravemente de un

balazo un mor eno llamado Córdova, compañero de otro cuyo

apodo era «Siete cueros >, pasados los dos al ejército revolucio–

nario en el combate de Espuelitas. T erminado el fuego, sus com–

pañeros lo llevan para donde estaba la reserva, dejándolo despues

para que se curase en la quinta del Sr. D. Emilio Berro, en la falda

del Cerrito; pero el valiente moreno, al dia siguiente, una vez que

le hubo pasado el síncope producido por la hemorragia, creyendo

en su pobre inteligencia que lo habian abandonado para que no

siguiese mas con la r evolucion, sin preocuparse del peligro á

que se esponia, abandona el lecho

y

la quinta, toma el primer

caballo .que halla á mano, lo monta en

pelo

y

con un

bocado

por freno, emprende marcha y se reune á sus compañeros á

los dos ó tres dias, despues de haber cruzado por entre los

enemigos

y

pasado mil peripecias.

Decidido el General Aparicio, desde que abandonó el Cerrito

de la Victoria, á pelear a l General Suarez donde lo encontra–

ra, para demostrarle al gobierno que no solo en la guerra de

recursos sino tambien en batallas campales sabia triunfar

y

teniendo conocimiento ya de la invasion del General Medina

y de las fuerzas que se le habían incorporado, mandóle chas–

ques para que á toda prisa tratara de incorporársele á la altu–

ra del paso de Severino, en Santa Lucia Chico.

Ya sabemos la treta que le jugó el General Medina á Suarez

cuando este quiso impedirle su incorporacion al General Apa–

ricio. Una vez convencido el General Suarez de que había si–

do burlado pretendió hacer con este lo que no había podido

conseguir con aquel, esto es, batirlo antes de la reunion de las dos

fuerzas; pero esta vez tambien se le fustraron sus planes;-pues

sabiendo Aparicio que Suarez tenia sus mismas intenciones, ejer–

cía sobre él una gran vigilancia;-asi que, en seguida de llegar