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LORD MACAULAY.

de generales protestas. Unos tras otros se levantabaru

los diputados á hacer presente

fa

urgencia de las cir–

cunstancias. Los momentos eran preciosos, se decía;,

intensa la pública ansiedad; los negocios estaban pa–

ralizados. La minoría se sometió mr 1 de su grado,

y

el partido triunfante procedió

á

la ejecución de sus

planes.

o se veía: con toda claridad en lo que éstos con–

sistieran. Componíase la mayoría de dos fracciones.

Formaban una de éstas los arrebatados y vehemen–

tes whigs, que si hubieran podido arreglar las cosas

á

su gusto, habrian impreso á todos los actos de la

Convención carácter completamente revolucjonario..

Admitía la otra fracción que la revolución era nece–

saria; pero la consideraba r.omo un mal necesario,

y

deseaba disfrazarlo, en cuanto fuera posible, con la

apariencia de legitimidad. El primero de estos parti–

dos exigía que se reconociese distintamente el dere–

cho de los súbditos á destronar á los malos Príncipes..

El segundo deseaba librar al país de un mal Príncipe,.

sin promulgar ninguna doctrina que, mal interpreta–

da, sirviera en lo sucesivo para debilitar la justa y sa–

ludable

autorid~d

de futuros monarcas.

Fundábase ~

principalmente, el primero, en el mal gobierno del

Rey, y el segundo en su fug·a. Considerábale el pri–

mer partido como criminal por haber abandonado–

la corona, mientras que para el segundo figuraba

haberla abdicado. No era fácil encontrar una fórmula.

que agradase

á

todos aquellos cuyo asentimiento im–

portaba obtener; mas al cabo, después de muchas su–

gestiones emanadas de diferentes partidos, se llegó

con general satisfacción

á

resolver algo en definitiva.