REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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-egoísta tirano. Estaba resuelto á concederá su Igle–
.
.s.ialas más ricas y espléndidas fundaciones do In–
glaterra. En vano trataron de oponerse á sus desig–
nios los mejores y más discretos consejeros católicos,
los cuales le hicieron -ver que en su mano estaba
prestar un g ran servicio á la causa de la religión sin
violar los derechos de propiedad. Con una pensión de
dos
mil
libras anuales, pagada de su bolsillo particu–
lar, podrla sostener un colegio de Jesuitas en Oxford.
Fácil le seria economizar aquella suma, y el coie–
g·io, dirigido por bue.nos, .sabios
.v
celosos maestros,
seria rival formidable para las antig·uas instituciones
académicas, que ya presentaban muchos síntomas
Jel abandono casi inseparable de la seguridad
y
la
opulencia. El colegio del Rey Jacobo sería muy
pronto, según confesaban aun los mismos protestan–
tes, el principal centro de educación de la Isla, tanto
en lo relativo á la ciencia como á la disciplina mo–
ral. Este sería el método más eficaz
y
menos odioso
de humillar la Iglesia anglicana, exaltando á la de
Roma. El Candé de Ailesbury, uno de los más devo ·
tos servidores de la Real familia, declaró que, á pesar
de ser prote tante y en modo alguno rico, contribuiría
por su parte con mil libras esterlinas, prefüiendo esto
á
que su amo violase el derecho de propiedad
y
faltase
á
lo que había. prometido á la Ig·lesia nacional
(1).
Tal
proyecto, sin embargo, no pareció bien al Rey. Era
sin duda muy poco adecuado
~
su carácter cruel,
porque vejar y atropellará los hombres era su mayor
deleite, mientras que tener que gastar su dinero le
causaba gran pena. Mas lo que no tuvo generosidad
bastante para hacer
á
sus expensas, decidió hacerlo á
(1) Burnet,
1,
691;
Carta de Lord
Ailesb1~ry,
impresa en et
E1,ropean Magazine
de abril de 1195.