REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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VII.
ESTADO DE LA UNIVERSIDAD DE OXFORD.
Pudiera parecer lo hecho suficientemente injusto y
violento; pero ya el Rey había empezado
á
tratará
Oxford con tal rig·or, que en comparación el desple–
gado contra Cambridge podria calificar e de indul–
gencia y suavidad.
University Oollege
habíase ya con–
vertido,
gracias~
Obadiab Walker, en un seminario
<:atólico. Ya Cbri t Churcb era gobernado por un
deán católico. En ambos colegios se decía misa dia –
riamente. La tranquila
y
majestuosa ciudad, baluarte
por tanto tiempo de los principios monárquicos, se
hallaba agitada por pa iones desconocidas allí hasta
entonces. Los estudiantes, con connivencia de sus
superkres, silbaban á los mi embros de la congrega–
ción de Walker y entonaban canciones satíricas bajo
sus ventanas. Aun se conservan fragmentos de las
serenatas que alteraban la paz de la calle Mayor. El
estribillo de una de las baladas decía:
El viejo Obarliah
Canta el
Ave Jl/a/'Ía.
Durante la temporada teatral en Oxford el sentimiento
público se manifestaba aún con más energía. Rep1·e–
sentóse la
Comisión
de Howard. En est-a. cowedia, es–
crita poco después de la restauración, los puritanos
eran presentados como gente od.iosa
y
tiespreciable,
merced á lo cual había sido por espacio de veinticiDco
años una de las piezas favoritas del público oxonien–
se; gozaba á la sazón esta obra de más favor que
nunca, pues por una feliz coincid':lncia uno de los