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LORD MACAULAY.
El claustro, luchando entre la reverencia al Rey
y
la reverencia á la ley, se encontró en la mayor per–
plejidad. Despacháronse á toda prisa mensajeros al
Duque de Albemarle, que había reemplazado á Mon–
mouth en el puesto de canciller de la Universidad.
Pedíanle que expusiera al Rey el verdadero estado de
la cuestión. En tanto, el archivero
y
los bedeles se las
habían con Francis, y le informaban que si quería ju–
rar seg·ún ordenaba la ley, sería admitido inmediata–
mente. El fraile se negó
á
pronunci ar los juramentos.
Quejóse á los oficiales de la Universidad de su poco
respeto al mandato real,
y
viéndoles firmes en su re–
solución, montó á caballo y fué á querellarse á Whi-.
tehalL
Reuniéronse entonces en consejo Jos Rectores de
los distintos colegios. Se consultó la opin ión de los
mejores legistas, todos los cuales estuvieron de acuer–
do en aprobar la conducta seguida por la Universidad.
Pe1·0 ya estaba en camino una seg·unda carta de Sun–
derlund , concebida en términos altivos y amenazado–
res. Albemarle hizo saber á la Universidad, entre mil
frases que manifestaban su pesar, que ha bía hecho
cuanto estaba en
SI!
mano, pero que el Rey se había
mostrado con él frío y disgustado en extremo. El
claustro, alarmado por estas nuevas y sinceramente
deseoso de cumplir las órdenes del Rey, ·si bien re–
suelto á no violar las leyes del país , envió las más hu–
mildes
y
re. petuosas explicaciones; mas todo fué en
·vano. Al poco tiempo, el Vicecanciller y el Senado de
la Universidad fueron citados para comparecer ante la
Comí. ión eclesiá tica en We tminster el
21
de abril .
El Vicecanciller debía asistir en persona. El Senado,
que se componía de todos los doctores
y
licenciados
d e la
niversidad, debía enviar una comisión.
Cuando llegó el día fijado, una gran multitud ll e-