REVOJ,UCIÓ
DE 1 'GLATERRA.
gado todos los tesoros de su inteligencia; de nobles
salones
y
capillas, museos , jardines botánicos
y
las–
únicas bibliotecas públicas que habia entonces en
In·
glaterra. La pompa desplegada por Oxford, especial–
ment\'.) en las grandes solemnidades, rivalizaba con la
de príncipes soberanos. Cuando su canciller, el vene–
rabl e Duque de Ormond, luciendo el manto
bordado ~
se sentaba en el trono, bajo el pintado dosel del teatro
de Sheldon, rodeado de centenare de g1·aduado que
ostentaban las togas de sus respectivas facultades,
mientras los más nobles mancebos de Inglaterra le
•
eran presentados solemnemente como a pirantes á los
honores académicos, apenas era in ferior en pompa
aquel espectáculo al que ofrecía el Rey Jacobo en la
g ran sala de banquetes de Whitehall. En las universi-
dades habian formado su inteli gencia casi todos los
eclesiásticos, abogados, médicos, poetas, ingenios
y
oradores eminentes del país, sin contar una g ran parte-
de la nobleza y de la
gentry
opulenta. Debe también
observarse que las relaciones entre el escolar y la uni-
versidad continuaban aun después de terminados sus
estudios. Solían los escolares pertenecer durante toda
la vida al cuerpo académico y votar en tal concepto en
todas las elecciones importantes. De aquí el mirar sus
antiguas relaciones de las orillas del Cam y del Isis
con mayor afección de la que generalmente suel e ins·
pirará los hombres el lugar donde se han educado . En
el más apartado rincón de In glaterra tenían ambas
universidades hijos agradecidos y entusiastas. Cual-
quier ataque al honor y
á
los intereses de Oxford
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Cambridge excitaba el resentimiento de una clase
poderosa, activa é inteli gente diseminada por todoe.
los Condados, desde Northumberland
á
Cornualles.
Los graduados residentes, como corporación, no eran
tal vez superiores
á
los de nuestro tiempo, pero ocu-