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LORD MACAULAY.

los magistrados de Westminster.

ólo habían tras–

currido algunos meses desde las destituciones y nom–

bramientos de jueces

á

que se babia visto obligado el

Rey para obtener decisión favorable

á

la Corona en el

proceso de sir Eduardo Hales, y ya eran necesarios

nuevos cambios.

Apenas había formado el Rey aquel ejército en qu e–

bacla consistir principalmente la realización de sus

designios, cuando se encontró con que no podría go–

bernarlo. En tiempo de guerra los soldados rebeldes

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desertores podían fier juzgados por un tribunal

militar ~

cuyas sentencias hacía cumplir el Mariscal-Preboste;

pero actualmente la paz era completa. El derecho ci–

vil ing lés, por haber nacido en una época en que to–

dos llevaban armas cuando las circunstancias lo exi–

gían, pgro en que nadie las llevaba constantemente,

no establecia distinción, en tiempo de paz, entre sol–

dados y paisanos; y no había tampoco ninguna ley

que ni por asomos se pareciese

á

la que anualmente

confía al oberano la autoridad necesaria para 1go–

bierno de las tropas regulares, como se hace ahora _

Algunos antiguos estatutos calificaban la deserción

de felonía en casos determinados. Pero tales estatuto

sólo eran aplicables

á

los soldados que servían al Rey

en tiempo de guerra, y en modo alguno,

á

no concul–

car scandalosamente la ley, podían hacerse aif]ica–

bles al caso de un hombre que en tiempo de la paz.

más completa en el interior y en el exterior, cansado–

del servicio en el campamento de Hounslow, se vol–

viese

á

su aldea. El Gobierno no tenía más autoridad

sobre cuantos se hallasen en este caso, que la que un

panadero

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un sash'e pueden tener sobre sus obreros

El soldado y sus oficiales eran iguales ante la ley.

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los ofendía, podía ser multado por injuria.

i

les pe–

gaba, podía sér perseguido por atropellos y malos tra-