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LORD MACAULAY.
paban puesto mucho más alto relativamente al resto de
los de su clase. Porque asi Cambridg·e como Oxford
eran entonces las dos únicas ciudades del reino donde
Juera de la capital se podía hallar g-ran número de per–
.sonas cuya inteligencia babia sido cultivada con es–
mero. Y aun la capital acogía con g·ran respeto la au–
toridad de las universidades, no sólo en cuestiones de
teología, de filosofia natural y de antigüedad clásica ,
.sino también en aquellos puntos en que las capitales
.s uelen arrogarse el derecho de juzgar en última ins–
tancia. Apelábase de las decisiones del café de Will
y de la sala del Teatro Real de Drury Lane,
á
los dos
g randes centros nacionales de gusto y saber. Come–
dias aplaudidas con entusiasmo en Londres , no eran
.con$ideradas fuera de peligro hasta haber sufrido el
Jnás severo examen de oyentes familiarizados con
Sófocles
y
Terencio (1) .
La g ran influencia moral é intelectual de las·uni–
versidades inglesas babia empleado todo su poder en
favor de la Corona. En Oxford babia estado el cuartel
general de Carlos l, y las vajillas
y
ornamentos de
plata de to os los coleg·ios hablan sido fundidas para
a umentar su caja militar. Cambridge había dado
muestras de igual lealtad. Había enviado gran parte
des.u vajilla al campamento real, y el resto hubiera
seguido inmediatamente á no haber caído la ciud11.d
en poder de las tropas del Parlamento. Ambas uni–
versidades fueron tratadas con extrema severidad por
los puri tanos victoriosos; ambas habían saludado con
regocijo la restauración ; ambas habían hecho obsti–
nada resistencia al
bill
de exclusión, y ambas ma-
(1) Los prólogos de Dryden
y
las
illemoria.s
de Citters contie–
nen abundantes pruebas de la importancia que atribuían los poe–
tas
y
actores más admirados al gusto de los oxonienses.