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LORD MACAULAY.
diez de la mañana del sábado 3 de noviembre. Gui–
'llermo en persona, desde el
B1·ill,
dirigla la marcha·
Más de seiscientos bajeles, hinchadas las velas por el
viento favoraQle, le seguían. Los transportes iban en
el centro. Los navíos, cuyo número pasaba de cincuen–
ta, formaban una línea de defensa exterior. Herbert,
~on
el título de Vicealmirante g·eneral, mandaba toda
la escuadra. Iba
á
retag·uardia, y muchos marinos in–
g·leses, cediendo
á
su
od~o
al papismo y atraldos por
la buena paga, servían
á
sus órdenes. o sin gran di–
ficultad consig·uió el Príncipe que algunos oficiales
holandeses de gran reputación se sometiesen
á
la au–
toridad de un extranj ero. Pero el arreg·lo se hizo muy
sabiamente. En la escuadra real habla muchos des–
contentos y celosos partidarios de la
fe
protestante;
mas aun recordaban todos los viejos marinos que las
naves inglesas y holandesas habian luchado hasta
tres veces con el heroico esplritu y varia fortuna por
el imperio del mar.
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uestros marineros no hablan ol–
vidado la escoba con que Van Tromp habla amenazado
barrer el Canal de la Mancha, ó el incendio que De
Ruyter h1;tbia prendido en los arsenales d Medway.
Si las naciones rivales se hubieran encontrado de
nuevo
frente
á
frente, en el elemento
á
cuya sobera–
nía ambas aspiraban, todo pensamiento ult!'Jrior hu–
biera cedido ante la mutua animo idad. Tal vez se
daría un combate sangriento y obstinado. La derrota
hubiera
sido
fatal
á
la empresa de Guillermo,
y
aun la
-victoria hubiera trastornado sus meditados planes de
política. Asl, pues, determinó con gTan acierto que, si
los perseguidores le alcanzaban, fuesen saludados en
su lengua patria
y
conjurados por un Almirante con
quien habían servido
y
á
quien estimaban, á ao com–
batir por la tirania católica con antig·uos compañeros.
Tal \nvocación podría tal vez evitar un co_nfticto,
y