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176

LORD

~IACAULAY.

rt;ja ilustre que él

b~biése

unido, ya poditt salir de su

eclipse rodeado de nuevo esplendor. Los whigs, cuya

animosida.d le había arrojado del Gobierno nueve años

an~es,

al verle aparecer nuevamente, unirían sus acla–

mflciones

á

las de los

Caballeros,

sus antiguos amigos.

Ya se había reconciliado por completo con uno de los

más distinguidos

managers

que hablan intervenido en

su acusación, el Conde de Devonsl..lire. Ambos aristó–

cratas se habían encontrado en una aldea en el Peak,

y

habian cambiado protestas de amistad. Devonsbire

confesó

fran cam~nte

que los whigs habían cometido

una g ran injusticia,

y

últimamente habían declarado

estar convencidos de su error. Por su parte, Danby

también hubo de dar sus disculpas. Antes había creí–

do, ó al menos fingía creer, que la doctrina de la obe–

diencia pasiva no admitía Ja más leve excepción . Es–

tando él en el Gobiemo y con su sanción , habíase

propuesto una ley, que de haberse aprobado, hubiera

excluido del Parlamento y de Ja

Adminis~ración

á

cuantos se negasen

á

ct.eclarar, bajo juramento, que Ja

resistencia era, en todos los casos, ilegal. Pero su vi–

goroso entendimiento, más que nunca

di~puesto

y

diligente en pro de los públicos intereses y del suyo

propio, no se dejaría ya engañar, si es qt:e en efecto

alguna vez había sido engañado, por tan pueriles so–

fismas. Adhirióse inmediatamente á Ja conspiración ,

y trató entonces de conseguir la concurrencia de

Comptom, el suspendido Obi po de Londres, la cual

consiguió sin di.ficulfad. Ningún Prelado habia sido

tratado por el Gobierno con tanta insolencia é injus .

ticia como Comptom,

y.

ninguno tampoco tenía tanto

que esperar de la revolución, pues él babia dirigido

la educación de la Princesa de Orange, y se le consi–

deraba depositario de su confianza. Como sus colegas.

había sostenido con todas sus fuerzas, y mientras la