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LORD MACAULAY.

sería suficien te con algunas firmas , si estas eran de

hombres de Estado que representasen gTandes inte–

r eses

(1).

Con esta respuesta volvió Bussell á Londres, donde

e ncontró ']ne Ja excitación babia crecido en g ran

manera

y

aumentaba diariamente. La pri ión de los

Obispos y el alumbramiento de la Reina hicieron su

empresa más fácil de lo que él mismo había creido.

Sin pérdida de tiempo oo r¡cupó en reunir los votos

de los jefes de la oposición Ayudóle principalmente

en su obra Enrique Sidney, hermano de Algeruon .

Es digno de notarse que así Eduardo Russell como

Enrique Sidney hablan servido en Palacio con Ja–

cobo IT,

y

que ambos, ya por cuestiones públicas

ó

particulares, llegaran á ser sus enemigos, teniendo

ambos también que vengar la sangre de próximos

parientes que en el mismo año habían caído víctimas

de J.a implacable severidad del Rey. Y á esto se reduce

su semejanza. Russell, dotado de no comunes faculta–

des, era orgulloso, displicente, revolto o y violento .

Sidney de carácter dulce y afables maneras, parecía

ca recer de capacidad y cultura y vivi r sumido en la

voluptuosidad

y

h1 indolencia. Era su !"ostro hermoso

y arrogante su figura. En su juventud hal.Jía si do

terror de lo maridos, y aun ahora, que ya casi conta–

ba ciDcuenta años, era el favorito de las mujeres

y

en–

vidia de los jóvenes. Anteriormente había resid ido en

el Haya con carácter oficial, consiguiendo alcanzar

en grado no común la con fianza de Guillermo, lo cual

causaba maravilla á mucho , pues parecía que entre

el mis austero político

y

el más disoluto hol g azán no

podía haber nada de común. Muchos años después

aun no podía convencerse wift que una persona á

(1) Burnet,

1,

'lo3.