REVOLUCJÓN DE INGLATERRA .
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declaración era, por
ro
tanto, ilegal, y los peticio –
narios no podían, obrando con pr·udencia, conciencia
y
honor, contribuir á la publicación solemne de una
declaración il egal en la casa de Dios
y
á la hora en
que se
cel e~raba
el servicio divino.
Firmaron este documento el Arzobispo y seis de sus
sufráganeos, Lloyd de San Asaph , Turner de Ely ,Lake
de Chichester, Ken de Bath y Well s, Wbite de Peter–
borough y Trelawney de Bristol. El Obispo de Lon–
dres, por estar aúu sufriendo la pernr de suspensión,
no
fümó.
XXXIX.
LOS SJETE OBISPOS PRESENTA ' SU PETICIÓN AL REY.
Cuando esto se llevaba
á
cabo era ya muy avanzada
la tarde del viernes, y el domingo por la mañana de–
bía ya leerse la Declaración en las ig lesias de Lon–
drés. Era necesario poner el papel en manos del Rey
siu dilación. Los &eis Obispos se pusieron en camino
para Wbitehall. El Arzobispo,
á
quien hacía ya mu–
cho tiempo estaba prohibida la entrada en la Corte,
no les acompañó. Lloyd, ddando á sus cinco colegas
en casa de lord Dartmouth, muy cerca de Palacio,
fué en busca de Sunderland, solicitando del Ministro
que leyese la petición
y
le dijesé cuá11do los recibiría
el Rey. Sunderl and , temiendo comprometerse, se
n eg·ó á ojear la petición, pero entró inmediatamente
eu el gabinete del Rey . J acolJo decidió rec ibirá los
Obispos. Había oído decir
á
su in strumento, Cart–
wright, que estaban dispuestos
á
obedecer su Real
orden, pero que deseaban al g unas pequeñas modifi–
caciones eu la forma, y con tal propósito venian á