REVOLUCIÓN DE INGLA'l'ERRA.
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rían si las mandaban al correo, situado en' Lombard
'treet, fueron enviadas por ag·entes
á
las oficinas pos–
tales de las ciudades más inmediatas, según la direc–
ción de cada una. El Obispo
d~
Winche, ter, que tan
eñaladas pruebas dió de lealtad en la batalla de Sed–
geooor, aunque se hallaba enfermo resolvió po–
nerse en camino, en obediencia
á
la citación, pero n.o
pudo soportar el movimiento del coche. La carta di–
rigida
á
Guillermo Lloyd, obispo de Norwicb,
á
pesar
de todas las precauciones, fué detenida por un maes–
tro de postas, y aquel Prelado, que en valor
y
celo por
la causa común no cedía
á
ninguno de sus colegas,
no llegó
á
Londres á tiempo
(1).
Su homónimo Gui–
llermo Lluyd, obi po de 8an Asaph, hombre honrado,
piadoso
y
sabio, pero de muy débil juicio y medio
trastornado por sus constantes in ve tigaciones para
deducir de los libros de Daniel y del Apocalipsis al–
g·unas aclaraciones sobre el Papa y el Rey de Francia,
~e
apresuró
á
empreud-er
Ja
marcha para la capital,
á.
donde llegó el 16 (2). Al siguiente día llegaron el ex–
celente Ken, obispo U.e Bath
y
Wells; Lake, obispo
de Chichester y sir Juan Trelawney, Obispo de Bris,
tol, barón de una antig·ua é ilustre fa!Uilia de Cor–
nualles.
(l) Extractos del MS. de Tanner en Howell,
Ccwsas de Estado;
Wda
de
Prideat~x;
Clarendon,
Diario,
mayo 16, 1688.
(2) Clarendon,
Diario,
mayo 16
y
17, 1688.