REVOLUCIÓ
DE INGLATERRA.
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testigos á los contemporáneos de Carlos II, las·obtu–
vieron sobr
us Pr!ncipes, y las de los marinos, por
el contrario, fueron sobre los enemigos extranjeros y
apartaron dol suelo patrio la destrucción
y
el i:iillaje;
mientras que la mitad,
á
lo menos,
d~
Inglatera, r e–
cordaba con horror la batalla de
aseby,
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con org'u·–
llo m zcl&.do de tristeza la de Dumbar, todos los par–
tido pen aban con el mismo entusiasmo en la des–
trucción de la
Immwible
y
en los combates de Blake
contra Holandeses y Españoles. De aquí que, aun
cuando la ámam de los Comunes hubo de mostrarse
á
las veces descontenta y no nada generosa, siempre
que se trató de los intereses de la marina lleg·ó hasta la
prodigalidad. Buena mu stra dió de ell o cuando, bajo
el minist rio de Danby. se Je manifestó que gran nú–
mero de buques de la armada estaban viejos y en ma–
las condiciones, pues, aunque no se hallaba entonces
propicia en modo alg uno á er generosa, concedió un
crédito de seiscientas mil libras pr óximamente, para
emplearla en construir treinta navíos de g uerra.
Pero lo dof ctos del Gobierno hicieron estériles tan
nobl s liberalidades, pues si bien la lista de los buques
d
'. M. num raba nueve n avios de primer orden,
catorce de segundo, treinta y nueve de tercero, y mu–
cho barco pequeños, eran los navíos de primer orden
inferiore á lo de tercero en nuestros d1as, y los de
itercero apenas i podr!ar. compararse con las grandes
fragatas de ahora (l). o ob tante, si estas fuerzas se
hubieran hallado en buenas condiciones, aun habrían
podido reputarse por formidabl es para el Monarca más
pod roso d
la época; pero es lo cierto que sólo exis–
tían n 1 papel; que á fin s del reinado de Carlos TI
había ca.ido la marina inglesa de tal modo, que pare-
(1)
Conviene advertir qu e fSto se escribió en 1848.-N. del T.