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APÉNDICE.

u próspero y floreciente estado, se enorgullece de

sus libertades, del alto concepto de su personalidad

que tienen todos sus hijos, y de ser ella,

y

solo ella,

su propia legisladora, única dueña y soberana de sus .

destinos. Por eso decía con gran fundamento sir Ro-–

berto Peel:

«Los días del impeackment han pasado ya»

(

1),

sin que por eso baya perdido ni se baya menosca–

bado en lo más minimo, antes sea indicio de notable

progreso de la libertad y el poder del Parlamento.

Hoy los Ministros tienen responsabiÚdad directa

é

inmediata ante la Cámara, sin que sea necesario acu–

dir á la solemne acusación del

impeaclwumt

ni temer

que otra influencia más poderosa que el Parlamento

se interponga entre la ley

y

el acusado. Los altos

funcionarios contra quienes en o.tro tiempo nada po–

dían los tribunales ordinarios, comparecen hoy como

cualquier otro súbdito ing·lés ante el tribunal com–

petente, sin temor de que la corrupción tuerza la

vara de la justicia, ni el miedo haga inclinar la ba–

lanza en favor del delincuente. La desaparición, pues,

del

impeackment

en nuestros días envuelve un progreso

notable y al mismo tiempo es cumplido elogio de la

administración de justicia en el Reino Unido, que

siempre va paralelamente con el desarrollo de las

li–

bertades públicas.

En cuanto al procedimiento, hay leves diferen–

cias según que el acusado sea

l01·d

ó_

comm01ier.

Pero

en ambos casos, una vez formulada la acusación

en la bar'ra de la alta Cámara, el presunto reo es re–

ducido á prisión; si es Par, de orden de los los Lo–

res; y si es plebeyo, del sargento de armas de la

Cámara de los Comunes. Para dirig·ir el proceso y

sostener la acusación, á manera de procuradores in-

(1)

TI.e day• ofimpsachmen l are

gone.