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APÉNDICE.
bía de eclipsar el joven Ministro; allí estaban tam–
bién el entusiasta y arrebatado Fox, el inspirado
Burke, y, entre
otro~
muchos con cuyos nombres
honra sus páginas la historia· del Parlamento britá- .
nico, el célebre Sheridan, acusador de Warren Has–
tings,,cuyos crímenes y atropellos presentó á los ojos
de la ·Cámara, animado del vivísimo fuego de la elo–
cuencia, con tal calor Y•energía, que al terminar su
discurso, que había durado ·cinco horas y media, dij o
Pitt que antes de procederá la votación era preciSo
dejar pasar algún tiempo para poder salir del círculo
del encantador, ejemplo sin precedente en los anales
de la tribuna. Después del proceso de. Warren Has–
tings , en nuestro siglo se verificó el último
imJJea–
chmm t
contra lord Melville, acusado, en 1805, de con–
cusión
(malve1·sation in his office).
(I)
(1) May,
arl.pract.;
Hallam,
Co•ut. hist.;
Fischel,
Const . ingl.