:.
APÉNDICE.
345
pará exterminar alguno de aquellos soberbios Ba–
rones que tantas veces tuvieron en su mano
la
.corona de que parecían disponer á su arbitrio (1).
En tiempo de Jacobo I, renació la práctica del
im-
21eacl1ment,
de que hicieron uso con gran energía los
Comunes, sirviéndo e de esta forma de acusación
como de la más valiosa muestra del poder popular.
Desde 1620, en que sir Giles Mompesson y lord Ba ·
con fueron acusados por medio del
irnpeac71ment,
hasta
la revolución de 1688,se cuentan unos cuarenta casos,
('\ntre Lores y plebeyos, llevados por los Comunes ante
la alta
ámara. En los reinados de Guillermo III, de
Ja reina
A.nay de Jorge I, llegaron á quince; y en
tiempo de Jorge II, DO hubo más
im11eacltment
que el
de lord Lovat en 1746, acusado de alta traición.
UltimameDte, á partir de esta fecha, DO se encuen –
h·an ya más que dos casos, ambos igualmente memo–
rnbles por las especiales circunstancias que concu–
rrían en cada uno de los acusados. Fué el primero la
acusación de Warren Hastings en 1788, llevado ante
el Tribunal de los Lores á instanc;as de Sheridan,
Burke y los principales oradores de la Cámara popu–
lar. El discurso que en apoyo de su proposición de
impeacltment
pronunció Sheridan sará siempre una de
las páginas más gloriosas de la. historia del Parla–
mento inglés. Era aquella la época de oro de la Cá–
mara de los Comunes, y nunca, desde los tiempos de
la oratoria clásica, había llegado la elocuencia á ma–
yor altura, ni se habían arrojado más valerosos cam–
peones á la noble liza de la palabra. Alli estaban el
gran Pitt, en cuya frente reverdecían los laureles de
su padre, del famoso lord Chatham, cuya gloria ha-
(1) Hallam,
Oonstitutional Hi&tory,
I,
951; D. Hume,
History
o( Engl1m d;
May,
P arliamentat·y practics,
59.