REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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manera extraordinaria. .Era Londres para el londi–
nense lo que Atenas para ef ateniense del siglo de Pe–
ricles, lo que Florencia para el florentino del siglo xv.
El ciudadano estaba orgulloso de la g randeza de su
ciudad; no permitía que se hablase de ell a con poco
respeto; ambicionaba sus empleos, y era celoso de–
fensor de sus franquicias . .
A fines del reinado de Carlos II tuvieron que sufrir
los londineses una cruel mortificación en su orgullo.
Rabiase abolido la atltigua Carta, y fueron elegidos
nuevamente los magistrados de la ciudad. Todos los
funcionarios civiles eran
tO?·les,
y los
rvliigs,
aunqiae su–
periores en número y riqueza á sus rivales, quedaron
excluídos de todos los cargos municipales. No dismi–
nuyó, sin embargo, el externo esplendor del gobierno
municipal con este cambio·, antes pareció aumen–
tar. Porque bajo la administración de algunos Purita–
nos que últimamente llabían estado al frente del Mu–
nicipio, la fama que de antiguo gozaba por sus fre–
cuentes banquetes había decaído; pero con los nuevos
magistrados, que perteneclan á un partido más aman–
te
de los goces de la vida, y á cuyas mesas tomaban
asiento personas de alto rango, venidas del otro lado
de Temple Bar, se velan con frecuencia el Ayunta–
miento y los salones de los gremios animados de sun–
tuosos banquetes. En estas fiestas se cantaban, acom–
llañadas de música, odas compuestas por los poetas
iaureados de la corporación, en loor del Rey, del
Duque
y
del Correg·idor. Se bebía mucho
y
se g ritaba
más,
y
un
to1·y
observador que asistía con frecuencia
á estos banquetes consiga que la costumbre de pro–
rrumpir en aclamaciones después de los brindis data
de tan alegre período (1 ). La magnificencia desple-
(l) North,
Examen.
Este a egre escritor nos ha conservado un