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LORD MACAULAY.

usaban estaban todos mal cocidos; las barracas donde

se exponían las mercancías

á

la venta se adelantaban

hacia el centro de la calle, sobresaliendo mucho de

los pisos superiores. Aun pueden verse algunos ejem–

plares de esta arquitectura en los distritos respetados

por el gran incendio, que convirtió en ruinas en

pocos ellas en una extensión casi de una milla cuadra–

da, ochenta y nueve iglesias y trece mil casas; pero

la

Cil!y

se levantó nuevamente con j;al celeridad,

que éxcitó la admiración de los países vecinos. Por

desgracia se conservó en mucha parte la antigua

alineación de las calles, y aquellas vias :trazadas

originariamente en una época en que aun las prin–

cesas viajaban á caballo, resultaron las más dema–

siado estrechas para permitir con comodidad el libre

tránsito de los carruajes, siendo por t anto poco á

propósito para residencia de gente rica cuando los

coches de seis caballos eran lujo que permitía la

moda. Los nllevos ediftcios fueron, empero, muy

superiores.á

las

de la antigua

City.

El material usado

ordinariamente en las construcciones fué el ladrillo,.

de muy superi0r calidad al antiguo. En el sitio

ocupado antes por las igl esias se levantó una multi–

tud de nuevas cúpulas, torres y campanarios que lle–

vaban el sello del fecundo ingenio de Wren. En tocias

partes, excepción hecha de una sola, se borraron por

cQmpleto las huellas de la g ran devastación. Pero la

multitud de obreros y de andamios, y las inmensas

masas de piedra labrada continuaron viéndose por

mucho tiempo en el sitio donde el

má~

grandioso de

los templos protestantes surgía lentamente <le las rui–

nas de la antigua catedral de San Pablo

(1 ).

{l) Acerca del estado de los edificios de Londres en esta época,

se hallarán muchas y muy fidedignas noticias en los mapas Y di