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cer totalmente.
Excusado será decir que no trato de ir contra el valor hi<>tórico del
quechua que bien constituye una reliquia sa¡¡rada para nosotros y que
es ya cuestión distinta como valor de nu estro pasado, mas no como idio
ma clandestino, sino anaquelado en la urna del patri otísmo.
Ahora bien, se puede corrigir tódo "provincianismo", sin dejar de re–
conocer su interés histórico y su va lor lingüísti co. "El prestigio· del idio–
ma culto y Jas ventajas indiscutibles de su uso, no necesitan para su de –
fensa el desp recio ni la humilla ción de los dialPcto s".
E~
aquí donde me deteng-o y hago parentésis de meditación sobre
este wroblema importante para los lin¡¡üistas, porQue es posi ble, dada
mi poca pericia, peque de p rofano al cont!lenar la
influencia ne ·
gativa de los dialectos rn el castellano. Paro lo que si puedo afirmar es
que la mayoría de
lo~
peruanos soR'! os bilingües a n,ed ias, qu e n) cono–
cem-os ni habl amos bien el quechua;
y
si
hablarno~
mal castellano es de–
bido unicamente a la influecia del dialecto, sobre todo en pueblos a–
lejados de los centros de cultura, siendo así que nue stra tendenc1a se–
ría l'!las bie n ir en pos del perfecto castellano nacion al, como crnven–
ga dentro de su aspecto artístico y cientifico propios y adaptables a
nuestra cultura y
raza.
Podrá parecer esto un encono con el quechua, o una última ven–
ganza o diatriba del antepasad o; pero no e3 así. Mi fundamento no va a
eso, sino a coartar la acción
:-:ociva del diai'ect0; y ouien sostiene esto
lo dice con experiencia de observación de e> a influencia que se ha hecho
diriamos, casi ambiental, quitando ;a nus icalidad propia del castellano y
esa pronta ladini dad del costeño.
Por otro lado, el cuidado de la lengua importa para nosotros el im–
pulso del mantenimiento de la unificación social en el Perú. De otro mo –
do, ¿cómo sei'Ía la unificación de las id eas
y
"emoc iones colectivas" de
nuestro pue
blo?. 1 si noes común el medio de expresión ¿come aunar las
ideas y es as
emocior.es, y, cómo eleva r la cultura >i no es refinado nuestro
habla? Es evidente, pu és, que el factor de unidad poderoso de la solidari–
dad nacional es el idioma oficial.
Si fuesemos a convenir con el J.')rofesor Vendryes, la división dia–
lectal en el Perú y su influencia perniciosa, según se hab la en cada
re–
gión, "parece que obedece a un sentimiento real, que tienen los habitan–
te de una misma región de habla r de cierta manera que no es la de la re –
gión vecina"; pero la deformación e1. igual y los vicios pedrominan ue a–
cuerdo con la influencia mas o menos acentuada
y
según como se cuide o
nó la pureza fonética del castella no de la contaminación viciosa de los
dialectos. Cada valle, cada márgen de río, qu ebrada y cerro en nuestro
país, marca una división dialectal y la influe ncia sieuapre negativa para
el castellano es manifiesta; d e aquí que haya lugares donde el castella–
no degenera tanto que a veces se confunde con el propio dialecto, de-