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como expres10n de altura y belleza, como

imán para sus ojos, el Illimani. Y admi–

rarla en un estado de ánimo reconfortan–

te, ya que el poder de lo bello es ése, in–

fundir en el alma un goce que, en el des–

cubridor, debió expresarse en emoción

panteísta.

TRAVAXC

Arando con instrumentos característicos para la siem–

bra de papas, según un dibujo de Guaman Poma de

Ayala.

La decisión de los fundadores de pue–

blos es la misma que mueve a los descu–

bridores, a los creadores de religiones, a

los conductores políticos. Decisión que tie–

ne el acierto de las obscuras fuerzas de la

naturaleza. Emp.ero, no son ci·egos instru–

mentos de ella, ya que la naturaleza no

tiene designios. Estos hombres que deciden

de la suerte de sus congéneres, son los ar–

quetipos, los intérpretes de los momentos

culminantes; jefes o caudillos, maestros o

sacerdotes, desempeñan el papel de guías.

Por eso en ellos se aguza el sentido de

responsabilidad y son los que dicen: así

será, aquí será, se hará esto. Uno de esos

Mallcus

o caudillos, teniendo presente que

el sitio era favorable para establecerse,

debió escrutar, con ojo zahorí, la oquedad

y, maravillado por el contraste con la pu-

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na, decidirse por este seno, donde la vida

se ofrecía menos ruda. Así debió empezar

el diálogo del hombre y de la tie1·ra, me–

diante una actitud definitiva, para perpe–

tuar una estirpe, con el trabajo y la coo–

peración comunitaria. Porque es ya el mo–

mento de decir que, para vencer la resis–

tencia de la tierra, para domar la natu–

raleza, pocos hombres existen como el an–

dino. Y es el medio el que lo templó de

ese modo. Su lucha con el cosmos tuvo que

ser más ardua que en otras latitudes. Si la

civilización es este vencimiento de los ele–

mentos de la naturaleza, pocas razas como

la aymara se sobrepusieron a ellos con

tanto vigor, perseverancia y heroísmo. Sólo

así logró arrancar a la tierra dura y re–

seca, sus frutos. Adaptado para soportar

el frío y los vientos, para vivir a tan "in–

sensata altura", como llegó a decir Key–

serling, es el andino un hombre nacido

para doblegar obstáculos. Gana las distan–

cias con paso menudo y ligero, sortea las

sierras, escala las cumbres, tramonta las

cordilleras y puede dormir sobre el suelo

duro en la pampa o en los recuestos de

los nevados, teniendo por techo el firma–

mento.

El estudio de la

marca

aymara, que fué

primitivamente

Chuquiago,

ofrece la opor–

tunidad para delinear cuál pudo ser el

curso de la evolución social del hombre

altiplánico. Existen contribuciones de la

Arqueología, de la Etnología, de la So–

ciología y de la Lingüística. Empero, sus

conclusiones no son satisfactorias. Corre–

lacionándolas, y aplicando las modernas

teorías culturales, permiten esclarecimien–

tos sorprendentes.

En la Protohistoria sudamericana, la

atención de los investigadores ha sido mo–

nopolizada por el lncario. Es uno de los

temas preferidos por los cronistas y por los

hombres de ciencia europeos: viajeros, his–

toriadores o sociólogos. Pocos han tratado

de inquirir

el

origen del llamado Imperio

Incaico; pocos se han preguntado de dónde

procedieron sus instituciones básicas. Si la