ros
y
un constante devanarse el magín para
inventar juegos florales, fiestas
y
qué sé
yo,
a fin de que la sociedad cumpliera su de–
ber, siquiera sea indirectamente. Don Car–
los era el alma de aquella obra milagrosa.
Y como una compensación, tuvo la suerte
de verla concluída. Medallas y homenajes,
le sobraron. Pero él no veía sino los cen–
tenares, los millares de niños salvados del
arroyo. Al terminar, será bueno añadir que
tuvo una compañera ideal para el caso. Do–
ña Claudia Pérez de Villegas, su esposa,
una dama de mucho espíritu al par que de
mucho sentido práctico, hízose cargo de la
mitad de los sacrificios.
VILLEGAS, AL BERTO DE
(1897- 1934)
S
e lo dió todo a la Patria. Primero su
talento, como escritor. Luego su vida. Fué
uno de los más puros
y
altos exponéntes
de la intelectualidad boliviana. Comenzaba
a producir: fruto sazonado, exquisito, de
primera mano. Y su obra recibió abundan–
tes
y
justicieras loas de la crítica.
La Cam–
pana de Plata, Sombras de Mujeres, Me–
morias de Mala-Bar
y
numerosos cuentos
y
crónicas, donde señorea una prosa de pri–
moroso gusto: galana, ágil
y
rica, le seña–
laron un sitio en la élite literaria del país
y el Continente. Se
esperab~
mucho aún,
puesto que Villegas hallábase en la plenitud
de sus años. Pero se interpuso una fatali–
dad: la guerra. Pudo él haberla esquivado,
y
con razones de su parte; pues, sobre ser
débil de naturaleza, era rematadamente inú–
til para los menesteres de orden material.
Pero prefirió el deber a su salvación. Se en–
tregó a sabiendas,
y
las inclemencias del
Chaco lo abatieron. Espíritu inquieto
y
tra–
bajador, aún allá, en medio del estruendo,
el horror
y
la sangre, preparaba otra nove–
la:
Gualamba,
que nos legó inconclusa. Y
así fué toda su vida: activo
y
fecundo. Sin
contar sus labores de diplomático, hay que
recordar que fué fundador de instituciones
respetables como Los Amigos de la Ciudad
y
el P.E.N. Club; de sociedades juveniles co-
l
e
"P
"
1
"T"
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mo e
entro
ucara
y
e
1a uanacu ;
socio de numerosas agrupaciones científicas
y
literarias de Europa
y
América; organi–
zador
y
realizador de la inolvidable "Se–
mana Indianista". Pero el Chaco concluyó
con él.
ZALLES, LUIS
(1832- 1896)
P
oeta de musa festiva, periodista
y
re–
volucionario permanente frent·e a las tira–
nías. Sus epigramas y letrillas, satirizando
graciosamente las costumbres pacatas del
medio
y
las mentiras
y
picardías de la po–
lítica, abrieron brechas en el espíritu de
su generación. Sus producciones fueron co·
leccionadas en un tomo llamado
Poesías
Completas.
Como periodista, fundó
El Telé–
grafo,
redactó
El Club Revolucionario
y
otros. Fué sañudamente perseguido por
Melgarejo. Ejerció funciones docentes
y
en
el ramo judicial. Durante los gobiernos de
Campero, Arce
y
Baptista, fué reiteradas
veces invitado a formar parte del gabinete,
sin conseguir jamás su aceptación.
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