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dadera erudición en letras, ti·ene perfecto

derecho a ocupar lugar privilegiado entre

los grandes cultores de la poesía boliviana.

Su labor de crítica ha sido limitada en

extensión; pero densa y sesuda. Prueba de

ello es que todos cuantos escriben sobre

nuestra literatura tienen necesidad de acu–

dir a él. Ha dejado, entr·e otras, las siguien–

tes obras:

Memorias del corazón, Ocios crue–

les, Hacia el olvido, Pedazos de papel, Le–

tras bolivianas.

Poco antes de su muerte fué

honrado con la coronación.

VILLAREJOS , FRANCISCO

(1897 -1938)

M uchos artistas, escritores .y periodistas

dehen recordarle con gratitud. Fué anima–

dor y maestro de numerosos principiantes.

Hombre impetuoso, vehemepte y jovial, era

excepcionalmente .,querido en La Paz. Pe–

riodista ágil, crítico de arte, político a ra–

tos, su existencia,_un poco bohemia, íbase

de preferencia tras las actividades litera–

rias, y para fomentarlas dilapidaba gustoso

la fortuna de la familia. Su anhelo casi

obsesivo era la creación de una literatura

y un arte auténticamente bolivianos. Para

ello fundó una revista,

lnti,

de nítida orien–

tación, y luego

La

Semana Gráfica,

que,

cosa rara en Bolivia, ha tenido largos años

de duración, prestando importantísimos

servicios durante la contienda del Chaco.

Escribió mucho, y siempre metido dentro

de ese cauce espiritual, en revistas y pet'i:ó–

dicos de diversos países. Fué miembro fun–

dador del P.

E.

N. Club, Secretario Gene–

ral de la Asociación de Periodistas, direc-

tor del Suplemento literario de

El Diario.

Su seudónimo, "Pancho Villa", llegó a s·er

tan popular que, cierta vez, Villarejos fué

elegido munícipe sin hacer uso de su nom–

bre propio. Sensiblemente, salió demasiado

temprano de este mundo.

VILLEGAS , CARLOS

D,E

(1866 - 1927

J

E s el hombre que nació con vocación pa–

ra hacer el bien. Acaso el haber sufrido

durante sus primeros años modeló en él

al bienhechor de los nmos desvalidos.

Cuando no había salido aún de la infancia,

ya supo de las responsabilidades de sostener

a una madre y

coste~;trse

a sí mismo los es–

tudios. Años más tarde, el pueblo de La

Paz, apreciando la generosidad de su alma,

lo eligió su repres·entante en el Municipio

durante muchos años consecutivos. Allí es

que trabajó por los que más habían menes–

ter de su 1ayuda: los enfermos, los analfa–

betos y los niños desamparados, pues toda

su atención estuvo en los hospitales, en las

escuelas y en esa gran obra que hoy se

denomina

Hogar Carlos de Villegas,

aun

cuando éste fué propiamente realizado

cuando Villegas no ejercía función pública

alguna. Comenzó por fundar la Sóciedad

Protectora de la Infancia: unas cuantas da–

mas de mucho corazón que iban dándose

de bruces contra las incomprensiones, los

pl"ejuicios y los vituperios del medio. Una

piedra sobre otra, fueron colocadas con te–

sóp admirable. Y esto representaba un sa–

érificio tras otro para conseguir los dine-

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