una pregunta sin respuesta, a la que no mez–
clara la punzante agudeza de su ironía. En
la ironía radicaba la verdadera fuerza de
Iturralde. Con una frase podía fulminar a
sus adversarios o tornaba en ridículo un
debate importante elaborado pacientemente
por eruditos y estudiosos.
Iturralde, el cons-ervador, ha dejado hon–
da huella en su larga actuación parlamen–
taria.
CARLOS SALINAS ARAMAYO
(1899-1944).
Carlos Salinas Aramayo uno de los más bri–
llantes parlamentarios de los últimos tiem–
pos, captó el gesto, los ademanes, el estilo
de los grandes oradores argentinos, cuando,
universitario animoso, los seguía por el vas–
to territorio de la República del Plata, en
ocasión de los destierros impuestos a su
rebeldía.
De brillante ej-ecutoria, talentoso, valien–
te y aguerrido, ha hecho una obra de fe y
audacia en la oposición: conoció la cárcel,
los destierros, los confinamientos, el ultra–
je de los sayones asalariados, y nada pudo
mellar su decisión inquebrantable ni su es-
peranza decayó jamás. Ha combatido con
ardoroso apasionamiento despotismos y ti–
ranías, hasta cumplir por ellas.
De gran sentido político, luchador vigo–
roso, sutilísimo psicólogo, orador de gran–
des recursos y vasta cultura, Salinas sabía
captarse, en pocos momentos, las simpatías
de los auditores. Asumía, en los trances más
difíciles, actitudes patéticas, valientes, casi
provocativas, que le valían ora el insulto
procaz, ora el cerrado aplauso de las gale–
rías.
Una mañana de noviembre, el odio tron–
chó la vida del gallardo y romántico lu–
chador, en la sombría encrucijada de Chus–
pipata.