reaccwn de aquellos varones del 72, con
Bosque a la cabeza, que hablan el enérgico
lenguaje de la verdad y del honor.
En 1940 vuelve la normalidad constitu–
cional con sus congres"os de 1940, 1941,
1942 y 1943, durante la presidencia del
general Enrique Peñaranda.
Cae Peñaranda y otra nueva Convención
es convocada por el mayor Gualberto Vi–
llarroel. En su -primera etapa de .1944,
funciona 152 días en dos períodos: del
P
de julio al 3 de agosto y del 5 de agosto
al 24 de noviembre.
La revolución del 21 de julio de 1946,
que triunfa por el empuje heroico del pu·e–
blo, da origen al Congreso Extraordinario
que, después de las elecciones más puras
que registra la historia de Bolivia, se reúne
el 28 de febrero de 1947.
II
El siglo XIX contó en su promoción polí–
tica a parlamentarios que, desde los tiempos
de Olañeta -vale decir desde la fundación
de la República-, han dejado honda huella
a su paso por la vida pública de Bolivia.
Cierto es que la pasión injusta disminuyó
méritos y alteró la verdad histórica, cam–
biando la índole de los personajes, sin que
ello importe negar, si se hace una justa
equiparación de valores, que los de ayer,
con todas sus imperfecciones, resultan gran–
des figuras al lado de los hombres de hoy.
Fué necesario que el tiempo realizara su
obra justiciera para reivindicarlos. Aven–
tadas las pasiones disculpados los errores,
justificada la conducta, valo:rado el idealis–
mo, se yerguen gallardos esos varones ante
el juicio severo de la Historia, tribunal sin
apelaciones.
Han cambiado los hombres como ha
cambiado el tiempo. Sufrimos
hoga~o
una
vertical depr·esión de la ética, porqÜe como
resultado de la falta de responsabilidad, se
han quebrantado la disciplina y las buenas
costumbres en una convulsión de manifes-
T. II.
353
Laciones inferiores que acentúan, a medida
que transcurren los años, la quiebra de to–
dos los valores morales.
Frente a los regímenes del pasado siglo,
irguiéronse las rectas conciencias de los
personajes que honraron el Parlamento
boliviano. Patriotas y honestos, dejaron a
su paso por la función pública, alto ejem–
plo de probidád. Muchos han podido equi–
vocarse, tal vez otros sirvieron una mala
causa; no
imp~:n·ta.
Sus errores, sus equivo–
caciones, sus deméritos representan poco
frente a las virtudes que atesoraron y a los
eminentes servicios prestados al país.
Este trabajo debe aludir, exclusivamente,
a los parlamentarios paceños. Y aun así, la
falta de espacio no permite referirse sino
a unos pocos. Es por esto que nos ceñiremos
a diez figuras: cinco del siglo pasado y
cinco del presente, o, como en el caso de
uno de ellos -Tamayo- han dado por
terminada su vida política.
Agustín Aspiazu, Nicolás Acosta, Juan
El edificio del Congreso antes de las adaptaci!>nes que
fueron hechas en tiempo del presidente Dr. Saavedra.