Table of Contents Table of Contents
Previous Page  396 / 554 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 396 / 554 Next Page
Page Background

no sé qué aire misterioso recordaba el es–

cenario de sangrientos episodios: allí Mu–

rillo, el precursor, suspendido por la cuer–

da del v·erdugo, pagó el gran tributo, con

la profecía sagrada en los labios, cuando

los poderosos, enceguecidos y locos de po–

der intentaron inútilmente acallar la voz

de los libres; ahí fueron sacrificados iner–

mes ciudadanos al furor demoníaco de Yá–

ñez; allí murieron tantos, unas veces por

la libertad y otras por el crimen ...

Al sudeste, estaba el

Loreto.

Componíase

de una sola nave cuadrilonga y "tenía a

la entrada una galería suspendida para

servir de coro; al fondo, sobre el costado

derecho, abrías-e la pieza destinada a la

sacristía, la cual comunicaba con un patio

interior pequeño" (Luis S. Crespo).

El Loreto había servido algunas veces de

salón universitario y otras de recinto par–

lamentario. Construído en 1710 por los pa–

dres de la Compañía de Jesús, ocupaban

una manzana

-el

templo y el convento. Eso

fué por espacio de cincuenta años, al cabo

de los cuales fueron expulsados los jesuítas.

El local pasó a ser del colegio Seminario;

mas, a poco, fué clausurado. Sus comparti–

mientos sirvieron para alojar presos polí–

ticos y en ellos se desarrollaron tantos epi–

sodios históricos y brutales: ahí se consumó

la bárbara asonada al Congreso de 1872,

cuando el coronel Daza lo profanó con una

banda de música; ahí fueron investidos del

poder supremo Belzu, Achá, Morales, Frías,

Adolfo Ballivián, Daza, Arce y Campero.

LAS MATANZAS DE YÁ¡qEz

Pero na,da le dió tan triste celebridad co–

mo las ejecuciones del 23 de octubre de

1861, ordenadas por el comandante Plá–

cido Yáñez, que creyó cumplir sus d·eberes

de autoridad descabezando a los belcistas.

Guardaban prisión en el Loreto unos cin–

cuenta políticos, entre ellos el ex presiden–

te Córdoba, Francisco de Paula Belzu

-hermano de Manuel Isidoro-, don Pe-

dro Espejo, el general Juan Crisóstomo

Hermosa, Calixto Ascarrunz, Mariano Cal–

vimonte, Luis Valderrama, Lorenzo Vega,

.José ·María Tórrez, Hermenegildo Clavijo,

José Agustín Tapia y otros.

Era pasada la medianoche. Yáñez diri–

gióse al Loreto, con expresión diabólica,

saltados los ojos de las órbitas, contraídos

los puños, como poseído de fiebre de ex–

terminio.

-¡Fuego! . . . ¡Fuego! . . . -gritaba lo–

co de furor.

Y todos eran acribillados en el orden

que Yáñez pronunciaba sus nombres. Se ]os

mataba uno por uno, de manera que cada

víctima presenciase la inmolación de su

compañero y sinties.e el horror de la muer–

te. "Unos en camisa, se ponían de rodillas

implorando misericordia" (P. Cáceres Bil–

bao). "En medio de aquella confusión y en

la prisa de matar, los soldados herían mal

y atormentaban bárbaramente a las vícti- ·

mas. Vióse entre ellas al Tcnl. Valderrama

levantarse después de herido y correr de–

sesperado por la plaza, pidiendo a gritos

la vida ... " (R. Sotomayor Valdez).

En ese fatídico lugar s-e edificó el actual

Palacio

~el

Cnngreso. En los .primeros años

ornábale una hermosa torre plateada, que

era la parte más culminante de los edificios

de la ciudad,

.:y

en la cúspide, cuatro es–

f.eras de reloj.

Erguíase el templo de las leyes como un

orgullo arquitectónico. Las horas marcában–

se sonoras en la cúspide, atalaya urbana.

Reverberaba majestuosa la plateada torre,

hasta que unos ingenieros comprobaron que

tenía alguna inclinación que, además de

constituir un peligro, comprometía la segu–

ridad del edificio y fué preciso transfor–

marla en la cúpula bronceaaa que hoy co–

rona el edificio, más a tono

p~r

su seme–

janza capitolina.

Ciento treinta

y

siete Congresos ordina–

rios y extraordinarios, Convenciones y

Constituyentes han habido hasta la fecha.

De ellos 97 se reunieron ·en La Paz; 31 en

348