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hablista. Nació en Chulumani y murió, en

La Paz, cuando ejercía las funciones de

senador.

APARICIO, MIGUEL FERMíN DE

(1777 - 1834)

U

no de los fundadores de la República.

Firmó el acta de la independencia como

diputado por La Paz. Este solo hecho sería

suficiente para revelar la importancia de

su personalidad. Su

p~rticipación

en las jor·

nadas emancipadoras fué muy activa, sobre

todo a partir de la revolución del 3 de

agosto de 1814, en el Cuzco, ciudad clonde

residía después de haber terminado sus

estudios universitarios. Una vez vencedoras

las armas republicanas, el general José Mi–

guel Lanza, amigo suyo, le designó gober–

nador d·e la provincia Pacajes. Y es en

condición de tal que cupo al doctor Apari–

cio presentar, en Guaqui, el primer saludo

del Alto Perú al Libertador Bolívar, pro–

nunciando un discurso en representación del

gobierno. Entre sus iniciativas más impor–

tantes, es pr·eciso recordar la creación de la

provincia Muñecas y su demarcación, que

la hizo personalmente y a su costa. Un her–

mano mayor suyo, el g€neral

Manuel M. de

Aparicio,

tuvo, asimismo, descollante ac–

tuación durante la guerra de la ind·epen–

dencia, incorporado nada menos que en el

Ejército Libertador de Bolívar, como Jefe

de Estado Mayor General de la primera

División de Colombia. Tomó parte ·en la

batalla de Ayacucho; por cuya razón el

Libertador le confirió, el 4 de septiembre

de 1825, en La Paz, el diploma y la me·

dalla de "Vencedor de Ayacucho".

Ambos próceres nacieron en la provincia

Muñecas.

ARMAZA, MARIANO

0785- 1839)

P atriota de la época de la independencia.

Intervino en la batalla de Ayacucho, donde

se ganó el grado de coronel. Había actuado

antes en el ejército de San Martín. En 1828,

derrocó al Gral. Blanco, tachado de traidor

a Sucre. Se dirigió al Congreso, pidiendo

ser recibido para rendir cuenta de sus actos.

Y cuando quiso tomar asiento ·en el salón,

un diputado le advirtió con severidad: "El

soldado debe hablar desde la barra". Ar–

maza, sonriendo desdeñosamente, ocupó el

sitio que le

señalaba~

y declaró ser el autor

de la revolución, agregando hallarse dis–

puesto a entregar el mando a quien desig–

nase la Asamblea. Más tarde fué ministro

de la Guerra. Luego, enviado especial ante

la República Argentina y,

p~steriormente,

ante el Imperio del Brasil, con la misión de

celebrar un tratado de límites. Finalmente,

intervino, en forma heroica, en todas las

batallas de la Confederación.

ARANZAES, NICANOR

E s el" historiador que nos 'ha conducido

de la mano durante la elaboración de la

mayor parte de estas síntesis biográficas.

Es bueno confesarlo. Modestísimo y erudi–

to sac-erdote. Ha entregado a la posteridad

millares de nombres que andaban perdidos

ya bajo la pátina de los siglos o en viejos

infolios que el tiempo venía royendo. Los

salvó del olvido. Pues, yendo de ésta a la

otra parroquia, mas no como un an9ariego,

estéril, r·ecogió un nombre aquí, una fecha

allá, el recuerdo de un suceso acullá, como

si su espíritu todo no fuera sino un signo

de interrogación o poseyera la sensibilidad

de una antena. Ha escrito, pues, incontables

biografías. Pero la suya, que se sepa, nadie

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