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la escribió aún. Es que todos los rasgos

de su personalidad se redujeron a esto: mo·

destia. No buscó ni ocupó altas situaciones.

No se dejó llevar por ninguna ambición.

Su espíritu estuvo totalmente entr·egado a

investigar. Fruto de ello son sus dos valio–

sísimos libros:

Diccionario Histórico Bio·

gráfico del Departamento de La Paz

y

Las

revoluciones de Bolivia,

que han contribuí–

do a aclarar

mil~hos

sucesos de la vida bo–

liviana. Además, dejó importantes manus–

critos cuya suerte se ignora todavía. Nació

en La Paz.

ARGUEDAS, ALeiDES

(1879. 1946)

Escritor fecundo y de renombre continen–

tal. Su personalidad poseyó tres facetas per–

fectamente definibl-es y las tres igualmente

brillantes: historiador, sociólogo y novelis-

ta. Como historiador, constituído en un te–

naz investigador de nuestros hechos y nues–

tros hombres del pasado, ha reproducido la

vida boliviana en forma admirable, acu–

di·endo precisamente a las fuentes capaces

de documentar sobre esa vida en cada una

de sus etapas: el libro, el folleto, el perió–

dico, las cartas, etc. Como sociólogo, fué el

primero, acaso el único, en hacer un des–

piadado y vali·ente análisis de los males que

aquejan a nuestro pueblo, haciendo abrir

los ojos a los sociólogos de todo el mundo

sobre la América entera, y no únicamente

sobre Bolivia. Pero fué aquí donde menos

se lo comprendió, pues la mojigatería me–

diterránea se alzó airada al sentir que en

sus viejos tumores se hundía un escalpelo

vivisector. La posteridad ha de hablar mu–

cho aún sobre este aspecto de la personali–

dad de Arguedas. Como novelista, es difícil

que le disputen el cetro de creador de la no–

vela boliviana. De la novela de la tierra y el

indio bolivianos. Pues hasta la aparición de

Raza de Bronce,

ninguno de ellos había asu–

mido personalidad tan propia en la litera–

tura boliviana. Acaso ni en la americana.

A Z

e

A R R U N Z, V 1

e

E N TE

(1828. 1894)

Aunque fué un brillante militar, son otros

aspectos de su personalidad los que ma–

yormente admiran las g·eneraciones que le

sucedieron. El temple de su carácter, en

primer término; su espíritu de empresa, en

segundo, y finalmente su incomparable fi–

lantropía. Luchó contra la tiranía d·e Mel–

garejo tan tenazmente que acabó por ser

condenado a muerte, salvándose del patí–

bulo casi por milagro. Caído el tirano, gra–

cias al heroísmo de La Paz, Ascarrunz

renunció a la carrera de las armas y se

consagró a industrial y comerciante, en la

certeza, de que el porvenir de Bolivia esta–

ba en la explotación de sus riquezas. Unas

veces como autoridad y otras como simple

ciudadano, hizo una realidad la organiza–

ción de hospitales, hospicios, sociedades de

heneficencia, etc., en las ciudades de Oruro

y La Paz. Nació en Sorata.

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