zó las aduanas, declaró franco el puerto de
Cobija y creó el Departamento del Litoral.
Dió una sólida estructura al ejército nacio–
nal, anarquizado y desorganizado hasta en–
tonces.· Como una firme señal de su espíri–
tu republicano, mandó redactar los códigos
Civil, Penal y de Procederes y los puso en
vigencia. Bolivia fué el primer país sud–
americano que dió este paso. En todos los
órdenes, la administración crucista fué fe–
cunda .y ejemplar.
Cuando
.el
Perú se vió anarquizado por
luchas internas desde el año 1834, uno de
los bandos contendientes solicitó la inter–
vención de Bolivia. Santa Cruz no fué ajeno
a esa posibilidad. Marchó con el ejército a
pacificar el vecino país. En realidad lleva–
ba sus planes de Confederación Perú-Boli–
viana, madurados en muchos años.
Las campañas confederales marcaron una
época gloriosa para Bolivia. Sus pendones
victoriosos ondearon desde el norte del Pe–
rú hasta la frontera argentina, en una suce–
sión de triunfos militares alcanzados en Ya–
nacocha, U<iliumayo, Socabaya, Iruya y
Montenegro. No ha vuelto Bolivia a tener
días de tanta gloria y d·e poderío como
aquéllos.
Establecida la Confederación Perú-Boli–
viana, en 1836, se despertaron los recelos
de Chile· y la Argentina, cuyos gobiernos la
combatieron enviando ·expediciones milita–
res, hasta que, al fin, la estrella de Santa
Cruz declinó en Yungay, el 20 de enero de
1839. Al mismo tiempo, en Bolivia, se su–
blevaron~
con los tropas de su mando, los
g·enerales J osé Miguel de Velasco y José
Ballivián, lo que obligó a Sant.a Cruz a di–
mitir el Protectorado de la Confederación
y la presidencia de Bolivia, y buscar asilo
en Guayaquil.
Poco después publicó, en Quito, un ma–
nifiesto político fechado en 24 de octubre
de 1840. Meses más tarde, en su anhelo de
recobrar el poder, viajó hasta el puerto de
Sama, pero fué capturado por las autorida–
des peruanas. Entonces se reunieron los re–
presentantes de Bolivia, Chile y Perú, para
resolver la suerte del prisionero, habiéndose
acordado ponerlo a disposición del gobier–
no chileno. En tal virtud, Santa Cruz fué
embarcado en Arica en la fragata
"Chile'~
y conducido a Talcahuano, de donde lo pa–
saron a Chillán, punto destinado a "servirle
de cautiverio".
La situación de Santa Cruz hízose inso–
portable, a tal punto que su esposa solicitó
la intervención de los gobiernos de Francia
e Inglaterra, en vista de la indiferencia de
los países sudamericanos; pues el Ecuador
fué el único que interpuso' buenos oficios en
favor del político caído. Declarado traidor·
en Bolivia y el Perú, el gobierno del gene–
ral Velasco ordenó la confiscación de sus
bienes. Chile, Perú y Bolivia firmaron, en
Santiago, el tratado de octubre de 1845,
por el cual desterrábase a Santa Cruz de
los tres países. Su ostracismo duraría 23
años; hasta su muerte.
El Mariscal se estableció en Francia, don–
de ej-erció todavía las funciones de repre–
sentante diplomático ante el gobierno de
este país y los de la Santa Sede, España,
Bélgica e Inglaterra, en tanto que el presi–
dente Ballivián reparaba el injustificado
despojo de sus bienes devolviéndoselos y
asignándole una pensión de seis mil pesos
anuales. Tenía amigos y partidarios que
auspiciaban su retorno al país, aunque sin
resultado. En 1855, Santa Cruz desembarcó
en Buenos Aires; pero no pudo avanzar más
aquí de Salta. Le prohibieron su ingreso a
la patria, y tuvo que volver a suelo francés
donde, finalmente, fallecio el 25 de setiem–
bre de 1865.
Sus restos, junto con los de su esposa ·y
los de sus hijos, descansan en el mausoleo
de familia en el cementerio antiguo de Ver–
salles. ¿Hasta cuándo permanecerán en tie–
rra extranjera? El gran hombre había de–
clarado en vida su deseo de reposar eter–
namente en la tierra donde naciera. He aquí
lo que decía a su amigo Fermín Eyzagui–
rre, en una carta de 4 de noviembre de
1836: " ... cuando pueda habitar en el pa·
lacio de Socabaya que pienso ·edificar en el
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