el ayuntamiento ha hecho por la libertad
del continente exactamente cuanto clamaba
el pueblo e identificado con sus más caras
aspuac10nes.
Cuando en 1782 la Intendencia de La
Paz, juntamente con las de Chuquisaca, Po–
tosí y Santa Cruz, se incorporó al virrei–
nato de Buenos Aires, algunos documentos
han debido ser enviados ya que no origi·
nales en referencias de correspondencia,
como sucedió con el proceso de la revolu–
ción de julio, que allí existe, aunque no se
tiene vestigios de los archivos del Cabildo;
pero ningún rastro hay todavía d-e estos
documentos, a menos que los acuciosos co–
leccionistas se impongan la tarea de encon–
trarlos o. siquiera exhiban la prueba de que
han sido destruídos, con lo que se habrá
privado definitivament-e, a los historiadores,
la consulta de una documentación convin–
cente y. categórica.
El estudio en detalle de tales actas ex–
cede los límites de esta r-eseña y por ello
es útil decir que el lector podrá consultar
a este respecto la obra citada.
No era tarea fácil ni realizable en breve
tiempo ésta de preformar la conciencia
CÍ·
vica de los americanos y lanzarlos no a
las contingencias de una aventura o impro"
visada conspiración; porque se quiso_ reali–
zar una empresa muy seria y trascendente,
en la que se jugaba el porvenir del pueblo
que tantas pruebas de dignidad y decoro
había dado en quince años de permanente
conJura.
No se debe olvidar que las autoridades
ajenas al Cabildo veían con silencioso te–
mor y desagrado el crecimiento de las pre–
rrogativas comunales y la innegable
influei~cia que 'alcanzó a tener en la r-egulación de
la vida urbana y cívica; pero en la impo–
sibilidad de contrarrestar el hecho o reme–
diar sus consecuencias, prefirieron unas
veces sumars-e a las inquietudes y otras me–
rodearon con desgano en ellas, para no
estar desprevenidos en cuanto a su seguridad
personal y el resguardo de las privanzas
que casi siempre l-es brindaba el medio eco-
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nomiCo y social. Por esto se explica que
la Real Audiencia de Charcas, el goberna–
dor-intendente, el obispo y tantas otras au–
toridades dependientes del virreinato, no
hayan podido quebrantar la fuerza del Ca–
bildo paceño, en el intento de restarle atri–
buciones o desconceptuado ante el pueblo
con la divulgación d-e las trapacerías que
nunca faltan en un cuerpo colegiado. He
aquí. por qué, fieles a la tradición de la
tierra americana, inspirándose en las le–
janas instituciones aymaras o quéchuas,
también en las corrientes de España y otras
naciones d·e Europa, poniendo pasión y en–
tendimiento de su parte, el Cabildo paceño
llegó a cobrar una vigorosa personalidad;
y así se explica que, consciente de su reno–
vado espíritu y fuerza, encabezara la revo–
lución libertadora con 'firmeza no exenta
de prudencia, aunque luego tuvo que correr
la suerte de las facciones, sucumbiendo en
la turbia maraña d·e las intrigas, cuando la
inminencia del escarmiento atestiguaba el
miedo de la Corona; pero para cobrar más
tarde una subyugante personalidad que en
el cuadro general de la época le hizo acree–
dor a la gratitud de los pueblos que vivie–
ron y lucharon bajo su inspiración.
y
este
espíritu, celoso defensor de la comuna co–
mo la expresión primera y cabal d·e las li–
bertades, se ha mantenido sin caídas ni
relajamiento, durante la guerra de la In–
dependencia y en la república, hasta nues–
tros días.
Dondequiera se reúnen hombres, así sean
activos o indiferentes, emprendedores o
aletargados, sabios o ignorantes, se forma
una comunidad, un municipio, mucho antes
que hayan surgido costumbres o leyes, an–
ticipándose al complejo desarrollo de la
colectividad operante; porque como dice
Tocqueville, "las instituciones ·comunales
son a la libertad lo que las escuelas prima–
rias son a la ciencia". En el Cabildo pa–
ceño el pu·eblo aprendió a leer sus derechos
inalienables y hoy, que conoce y conserva
estas garantías, las defiende con denuedo,
en todos los instantes de la existencia local,