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anualmente por voto directo del pueblo:

única sombra de libertad electoral de que .

gozaban por aquellos tiempos las ciuda–

des. Como funcionarios subalternos, actua–

ban en la Comuna

el

síndico procurador,

el asesor, el defensor de menores y el de–

fensor de pobres. El cabildo administraba

también justicia, con arreglo a las Leyes de

Indias y los arcaicos códigos españoles,

pronunciando s·entencias apelables ante el

Virrey y recurribles de nulidad ante el Su–

premo Consejo de Indias.

Ya en los primeros tiempos de la Colo–

nia, hacia el año 1605, La Paz fué erigi–

da en obispado como representación genui–

na del gobierno eclesiástico; hasta ese año

sólo había sido una parroquia. El primer

obispo de la diócesis de La Paz fué Fray

Domingo de Valderrama.

El Tribunal de la Inquisición, con sede

en Lima, tuvo en esta ciudad su comisario.

La administración !de la hacienda pú–

blica era atendida por una junta que pre–

sidía el Gobernador Intendente, e integrada

por un asesor y tres ministros: el contador,

el tesorero y el ensayador de la caja real,

participando también el fiscal y el escri–

bano, todos los cuales formaban, al mismo

tiempo, la junta de almonedas.

La incipi·ente industria se reducía a la

explotación de los yacimientos auríf.eros

de los ríos de la ciudad, con abandono ab–

soluto de las labores agrícolas. Y el co–

mercio, a un mediocre intercambio, debili–

tado mayormente por la sed de lucro exa–

gerado y la usura d·e los comerciantes; por

la avaricia de las autoridades, entre quie–

nes el cohecho y la coima eran recursos

corrientes, y por el nuevo impuesto llama–

do alcabala, o sea, el dos por ciento sobre

todo género de ventas y permutas, con la

sola excepción de las cosas eclesiásticas y

los granos destinados al aprovisionamiento

del pueblo, las semillas, los caballos ensi–

llados y quizá algo más.

En materia educacional, las primeras

escuelas de La Paz fueron abiertas por los

conventos, que, por más de dos siglos, mo-

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nopolizaron la enseñanza. Después de la

expulsión de los J esuítas, el cabildo esta–

bleció una escuela que tuvo muy corta du–

ración y sostuvo un Seminario, fundado

por el obispo Gabriel de Guilléstegui. Re–

cién en el año

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774 fué establecido un co–

legio para niñas.

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Los tÍtulos de

1\'!UY NOBLE, DENODADA, VALEROSA

Y

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que le concedió el Rey por su larga y esforzada defensa

contra los sitiadores de 1781.

En el convento de San Francisco, exis–

tió el mejor colegio de los últimos tiempos

de la Colonia, regentado por el notable pe–

dagogo Fray José Manuel Rivero, moque–

guano, en el cual s-e educaron los princi–

pales paceños, que tendrían relevante ac–

tuación en la guerra de la independencia

como en los primeros tiempos de la era re–

publicana.

En el aspecto social, el gobierno colonial

no hizo sino favorecer las diferencias de

clases: había clases privilegiadas, rebosan–

tes de dignidades, prerrogativas y títulos de

nobleza, en grado de desigualdad irritante

con respecto del pueblo, compuesto de crio-