más esencial y mejor de sus oficios del sacó,
incendio, y demás excesos, habiendo sido
alimento de la gente no sólo los caballos,
mulas y jumentos sino que también después
de agotados los perros y gatos, sirvieron
para la subsistencia los cueros de las reses
y los de las petacas más despreciables".
Un testigo presencial por su parte sos–
tiene: "Una mujer ha llegado al extremo de
degollar a su hijo para sostener con esa car–
ne a sus demás hijos; raro pasaje que acon–
teció en el barrio de
Karkantia,
que por
casualidad de buscar qué comer encontró
esta carne asada que por los dedos conoció
y fué a denunciar".
"Las enfermedades, prosigue Segurola,
hicieron ·en el tiempo del asedio los progre–
sos que son naturales en semejantes oca–
siones, particularmente en las gentes de es–
casas conveniencias. Los escarnios y cruel–
dades que ejecutaron los enemigos con los
nuestros, así con los que cogían vivos como
con los cadáveres que quedaban en el cam–
po
no se puede referir sin el mayor horror,
dolor y compasión siendo lo más común y
con lo que manifestaban su ira contra lo:S
españoles, el cortar cabezas, brazos y sa–
carles tiras del cuerpo, bailando alrededor
de los cadáver·es, siempre que lograban al–
guno con otras acciones propias de las na–
ciones más bárbaras e inhumanas".
La expiación.
A los tres días de la inun–
dación, el 15 de octubr·e, aparece en es–
cena el Teniente Coronel José Reseguín,
con 7.000 soldados, habiendo caminado a
marchas forzadas, con objeto de acudir más
pronto a la salvación de la ciudad de La
Paz. Tupac Catari mandó a sus generales
Diego Khespi y Juan d·e Dios Muyupuraca
a Yaco, para arrojarse sobre Oruro, tan
luego como pasara Reseguín a Sicasica; pe–
ro éste, con 2.000 hombres, prefi;rió atacar
a .los indios, ocasionándole una pérdida de
300 hombres. Reseguín, vencedor, se diri–
gió a La Paz, donde la situación de los si–
tiadores se tornó crítica. Andrés Tupac
Amaru, derrotado, se retiró a Peñas. Cata–
ri, profundamente impresionado y llorando
el apresamiento d·e Bartolina, cuya muerte
próxima presentía, trasladó su campamento
a
Pampjasi.
·
Res-eguín, aprovechando de su viaje de
Catari a Peñas, donde debía conferenciar
con Andrés Tupac Amaru, atacó
Pampjasi,
alcanzando éxito completo. Los indios dis–
putaron la victoria palmo a palmo, pero
inferiores en armas y privados de la pre–
sencia de su jefe, se dieron a la fuga. Este
triunfo dió los resultados que apetecía el
pacificador. Así Miguel Bastidas, falso co–
ronel, que tuvo una actuación equívoca y
tortuosa en la sublevación, se entregó pi–
diendo indulto. Tupac Catari, siempre per–
seguido por el recuerdo obsesionante de su
infeliz mujer, huyó a Peñas.
Habiendo caído enfermo el coronel Re–
seguín, apenas convaleciente se hizo con–
ducir, en parihuelas, a Peñas; cargado en
hombros de sus soldados ingresó a este
pueblo entre las entusiastas aclamaciones
de más de 20.000 indios que, días antes,
le maldecían y pedían su cabeza. Recono–
ciendo su impotencia para tomar prisione–
ro a Catari o matarlo en combate leal, Re–
seguín acudió a la intriga, entrando en
relaciones secretas con el pérfido Tomás
lnga Lipe, amigo íntimo de Tupac Catari,
quien, a cambio 'de unas cuantas baratijas,
no vaciló en entregar al caudillo en manos
del capitán Ibáñez, que lo condujo a Peñas,
población a la que Catari ingresó montado
en un jumento.
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De su juzgamiento se encargó el.oidor de
Chile, don Tadeo Diez de Medina, asesor
jurídico del Coronel José Reseguín. El re–
sultado fué que el luchador nativo fuera
condenado a la misma pena bárbara su–
frida, ya un año antes, por el gran insurrec–
to: Tupac .{\.maru.
La sentencia se ejecutó el 15 de noviem–
bre de 1781, en la plaza del pueblo de Pe–
ñas, día en que el caudillo fué descuarti–
zado de la manera siguiente: le amarraron
a la cola de cuatro caballos, que, acuciados
por sus jinetes, arrancaron en direcciones
opuestas, acabando por despedazar en vida