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-8-

11.-CA.RACTER.E

S DE LOS HOMBRES QUE

EN LA

DE~IOCRACIA

EJERCEN EL PO·

DEH. PUBLICO.

El Est ano democrá tico, monárquico o republicano, como

cua lq ui er o tr a f.>rma de g::>bi erno, d ebe .e t a r in ve, tido con

el

pode r de mand a r co n aut ond d verd a dera y efectiva. El or–

den mi 'l mO

a b'ln lu~o

de

l o~

eres

y

de lo

fines, que presenta

al homb re comu person a aut ó n ma , es decir, como sujeto de

deberes

y

de derechns invio la bl e. , raíz

y

término de su vi rl a

s oci a l,

Rb rn za

igu a lmente al Es t a d o como s odedau necesaria,

re ves tid ~

de la aut o rid a d, !'in la cual no podría ni existir ni

v1v1r. P .i rque si lo s hombre . \•aliendo e de su libertad per.

sonal, negasen toda dependencia de una autoridad suoerior

provista del derecho de coacción, pqr el mistno hecho socava–

rían el fundamento de s u propia dignidad

y

libertad o, lo que

es lo mismo, aquel ord n absoluto rle los seres

y

de los fines.

Establecidos sobre base comun la persona, el E"ltado

V

el

po'der público con su!' respectivos cterechos, están tan unÍdos

o c9nexos que o se sostienen o se dest ruyen juntamente.

Y puesto que aquel orden

ab~nluto,

a la luz de la sana ra.

zón

y

especialme nte a la luz de la fe cristiana, no puerie tener

otro

ori~en

que un Dio s personal, Creador nuestro, se sigue

que la dignid a d del hombre es la dignid a d de la

ima~en

de

Dios , la dignidad del

E

·tado es l a di g nidad de a comunidad

moral que Dios ha querido

y

la di CY ni art de la aut )ridad po–

lítica es la dignidad de su participación de la autoridad de

Dios.

,

Ninguna forma de Estado puede dejar de t ener cuenta de

esta conexifin íntima e indisoluble, y mucho menos la demo–

cracia.

Por consiguiente, si quien ejercita el poder p6blico

no ve o más o menos la descuida, remueve en sus mi mas ba–

ses su propi a a utoridad .

I gua lmente, si no da la debida im–

portancil'l a esta relación y no ve en su cargo la misión de ac–

tuar el orden establecido por Dios, seguirá el peligro de que el

egoísmo del dominio o de los intereses prevalezca sobre las

exigencias esenciales de la moral política y

social, y de que

las vanas aparie nci as de una democracia de pura fórmula sir–

nw

no µocas veces para enmascarar lo que es, en realidad,

lo menos democrático.

········· ··· ······ ··· ···· ····· ············ ······· ············· ·· ········ ·················· ········

...... ........... ...............

,

....... ....... ... ..............................................

(Continúa).

/

.

I