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INTRODUCCIÓN

11

n1an enviados por el Inca Huiracocha para enseñar a todos sus vasallos que

aprendiesen la lengua de su corte, como lo asegura Garcilaso de la Vega. Es

decir que usaron el quichua porque era un idioma ·conocido por los indios, por–

que reconocían en él un tronco común del habla general diversificada por las

circunstancias de la vida nómade, por las contingencias de las luchas o por

las mezclas de pueblos, que, al remansarse, tras de las invasiones, aporta–

ban cada cual sus elementos vernáculos, modificando las primitivas formas

del lenguaje o trasmudándolo en dialectos, a veces fo:reconocibles. De otro mo–

do,

&

cómo hubiesen podido suplantar con el quichua la lengua madre de estos

pueblos

1

Si no hubiese sido conocido el -quichua, &habría podido tan fácil–

mente desarraigar la lengua connaturalizada con ellos, ''la lengua que mama–

ron con la leche"

1

to

Era esto posible en pueblos rehacios a adoptar cualquier

forma de vida, cualquier cambio en sus costumbres, por el mero hecho ,de

serles impuesto, buena o malamente, por los conquistadores

1

No, la causa

de la aceptación y difusión del quichua como lengua general era de que antes

de la entrada de los españoles había sido conocida por los aborígenes y adoc–

trinados en ella por los Amautas y Mitimaes. Lo prueban numerosos testigos

de la época y documentos innúmeros, y también las investigaciones arqueoló–

gicas, etnográficas y folklóricas ae Max-Uhle y Eric Boman, realizadas en–

tre los diaguitas de los Valles y las cuales demuestran su añeja influencia

incaica.

Fray Marcos Salmerón, citado por el P. Cabrera en su

In.troducción a

la Historia Eclesiástica del Tucumán,

1535

a

1590,

dice: "El Padre Luis de

Valderrama asistió valerosamente al Capitán Zurita (Juan Pérez de Zurita)

a la conquista y descubrimiento del Tucumán. Aprendió la "lengua del In–

ga'' para enseñar a los indios el misterio de nuestra fe y redujo a ella muchas

almas ... ' ' Por lo demás, es sabido que el P. Valderram;:i entró al Tucumán

con el P. Pedro Cervantes en

1561,

de modo que a poc-os años de la conquista

debió aprender el quichua para enseñar a los indios el cristianismo en una

lengua que éstos seguramente conocían.

En la carta de Matienzo del 2 de enero de

1566

menciónanse algunos to–

pónimos en cuya estructura se encuentra el p:rtefijo "aya" que en lengua qui–

chua significa cadáver. Es cierto que también se consignan nombres termina–

dos en· "gasta" y en "ao ", aceptados como pertenecientes al diaguita, pero

esto no autoriza como lo hace Carrizo en su

COJ>'ICionero Popular de Tucu–

mán

a decir categóricamente que "estas afinidades toponímicas deben ·atri–

buirse necesariamente a una afinidad lingüística que nos lleva a inferir que

los indios que poblaban las costas del Río Dulce hasta cuarenta y tantas le–

guas aguas abajo _de Santiago, pertenecían a la 11ación diaguita", pues, del

mismo modo podríamos inferir por la existencia del prefijo "aya", que los

indios eran quichuas del Cuzco.

'

El P. Barzana en su ya famosa carta de

1594

dice: ''La tercera lengua,

que es la sanavirona, ninguno de nosotros la entiende ni es menester, porque

los sanavironas e indamas so·n poca gente y tan hábil,. que todos han apren–

dido la lengua del Cuzco, como todos los indios que sirven a Santiago y a

San Miguel, Córdoba

y

Salta y la mayor parte de los indios de Esteco, y por

medio de esta lengua, que todos aprendimos, casi todos antes de venir a esta '

tierra, se ha hecho todo el fruto en bautismos, confesiones, sermones de doc-