INTRODUCCIÓN
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aparte de los que no tienen importancia etimológica o histórica, toda la topo- .
nimia de la Provincia .ha sido expuesta, revestida de datos topográficos y no–
tas historiográficas que la sitúan convenientemente
y
le dan vida a fa·ayés de
los tiempos, explicando, cuando ha
si.doposible, su seguro o probable origen.
En estas voces es posible encontra
r losrastros de las pasadas lenguas que in–
fluenciaron el territorio
y,
en especial, del quichua, que todavía se habla con
alguna profusión en ciertos .departamentos centrales
y
aledaños a los ríos
Salado
y
Dulce.
Las voces relativas a la flora y a la fauna llevan anotadas las caracterís–
ticas científicas y con ellas se estudia· un aspecto del folklore que hemos creí–
do importante consignar, y es el que se refiere a la sabiduría del pueblo con
respecto a las plantas
y
animales, en lo que este conocimiento tiene de creen–
cias, de supersticiones, de leyendas. Con la inclusión de estas voces y datos
que les conciernen hemos creído hacer un importante aporte al folklore de
la
Provincia.
Completando la nomenclatura, agregamos voces del léxico vulgar y formas
de la deturpación familiar de los nombres propios, en los que se observan cla–
ras tendencias quichuizantes del habla popular. Todo ello con algunas noti–
cias comparativas con la lengua dialectal de las poblaciones americanas.
Este acervo de voces que presentamos a la consideración de los estudiosos
es el complemento o apéndice de tres gruesos volúmenes publicados anterior–
mente sobre el folklore de Santiago del Estero, constituídos, el primero: por
las canciones, refranes, coplas, romances y adivinanzas populares; el segundo:
por las fiestas , costun1bres, danzas, cuentos, leyendas, fábulas, juegos infan–
tiles y conocimientos populares, y el
tercero: por la medicina y la alimen–
tación.
Todos ellos ayudarán, sin duda alguna, a conocer el espíritu de un pueblo
que tanto ha dado de sí para la formación de los valores substanciales de la
patria.
II
El descubrimiento de lo que se llamó Santiago del Estero
y
donde
s~
de–
tiene por fin el español, trae aparejado un grave problema lingüístico:
lo
Có–
mo se haría la conquista y la evangelización del
indio~
lo
En qué lengua le ha–
blarían para
catequizarle~
Porque llegar a la tierra y conquistarla, descu–
briéndola por primera vez al mundo civilizado, no era el fin, sino el principio.
Había que incorporarla al imperio del Rey, había que son1eterla, y ello era
imposible si. no se sometían e incorporaban antes les naturales que en la tie–
rr~
vivían, y que formaban inúltiples pueblos, dentro de naciones numerosas
y distintas. Estas naciones indígenas fueron conocidas por los cronistas de la
época.
En la relación de Diego Pacheco de
1569
puede leerse: "Ay en estas
provincias tres cibdades pobladas por diversos gobernadores, las cuales son
santiago del estero en los juries y san migue! de Tucumán que participa del
servicio de diaguitas y confines de juries y la cibdad de nuestra señora de
tala.wera, que tam.bién son yndios juries aun que diferentes de lengua y en
alguna manera en la tratación
y
biwir se diferencian en el traje" (Ricardo