El Yupanki y su saga
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consiste lo que se ha venido llamando - con Riva Agüero -
el 'retraso de una generación'. Muchos son los escritores que
han discutido sobre cuál fuese la versión más verídica, si la
que pregona el binomio Yáwar Waqaq y Wiraqocha o la que
prefiere el otro: Wiraqocha e Inka Yupanki, y Riva Agüero
no hace ningún misterio de su preferencia por la primera
(obra cit., pág. 132) que es propia del relato de Garcilaso.
Pero ninguno de estos escritores ha llegado más allá de la
simple transferencia de una o dos generaciones, lo que acaba
por empobrecer su alcance reconstructivo y crítico.
En realidad, la guerra Chanca se ve reflejada, en la serie
de
Urin-Qosqo,
en la guerra y alzamiento de los Allkavisa
contra los soberanos Inka.
"Y así juntaronse todos los natu–
rales. del valle del Cuzco que habían quedado de la destrucción
de Mango Capac, para hacer la guerra a los I ngas
-
relata
Sarmiento de Gamboa en el capítulo 17, y añade que Lluki
Yupanki, 3r. rey,
"se tuvo por perdido"
y temió que
"al cabo
de mi vejez muera yo a mano de nuestros enemigos".
Pero el
príncipe real, Máyta Qhápaq, fuerte de los ayllukuna de la
guarnición, toma por su cuenta la resistencia, y en tres ba–
tallas sucesivas desbarata a los clanes alzados, en las mismas
plazas y templos de la ciudad capital. Véase sobre la guerra
de los
Alcavi~a
las referencias de Cabello (cap. 2), Herrera
(Déc. V, lib. III, cap. 8), Cieza (II, cap. 33), Betanzos (cap. 5)
y Cobo (lib. XII, cap. 7). En conclusión, la guerra estalla
por lo común en tiempos del Inka-padre, pero es sostenida
y ganada por el Inka-hijo, en coincidencia perfecta con las
parejas Yawar Wáqaq y vViraqocha, o Wiraqocha e Inka
Yupanki. A veces la tradición lo envuelve en una expresión
indirecta, diciendo, por ejemplo, que fué el príncipe real quien
la encendió, al romper las vasijas de mujeres Allkavisa que
iban por agua, siendo niño de muy corta edad, o al quebrar
la pierna de un hijo del cacique Allkavisa; también aquí como