Table of Contents Table of Contents
Previous Page  99 / 430 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 99 / 430 Next Page
Page Background

-

A veees es el propio marido engañado o sus

parie~tes

quienes· proceden a la venganza. Durante la ausencia del

culpable, suspenden al quicio de la puerta de calle los cuer–

nos infamantes, condenando de este modo al peeador a la

execraci9n pública.

' *

La vida familiar entre los quichuas es, pues, generalmente .

tranquila y feliz, sobre .todo cuando la religión le agrega

las .virtudes cristianas.

Los abuelos se ven rodeados del respeto y los cuidados

· de todos, aun en sü más extrema ancianidad. A nadie s.e le

ocurriría reprocharl·es la ociosidad de su existencia, estado

provocado exclusivamente por

los

años y las enf·erm·edades.

Aunque su aspecto sea repugnante a veces, todos lo.s vene–

ran, pues ·ellos son los "pens.ador·es"' los . sabios llenos d·e

experiencia y siempre. dispuestos a dar un consejo útil. Las

noches de luna, sentactos junto a la ruca, relatan a sus des–

cendientes las tradiciones de la ra,za o simpl.emente los cuen–

tos y ley.enda:s que su viva imaginación inventa. Hasta hace

muy poeo tiempo eran los reyes de la choza, y tanto niños

como mozos debían saludarlos besándoles las manos.

.P.ero dos causas principales alteran a vec·es este cuadro

feliz. Una de ellas es la miseria. En las regiones más esté–

riles de las montañas, donde ha desaparecido la vida en

común de los ·clanes, el indio ya no consigue alim·entar su

numerosa prole. ¿Qué haee entonces? Rega,la o vende sus

hijos. Si una helada destruye sus siem·bras o· una epide1nia

diezma sus rebaños, el quichua del altiplano desciende al

pueblo más cercano o a la capital de la ·provincia, y pone

·en subasta a uno de sus h'ij os por uno o dos <;lecalitros de

.maíz. El comprador, algún mestizo enriquecido, un escribien–

tillo de notaría o un colono sin conciencia, adquiere de

este modo a.l muchachito o la niña como '·'doméstico".

¡Qué triste eufemismo el de .esta prulabra! Algunos amos

cuentan con una decena de estos pequeñps indios de las

sierras,

y

los tratan, ya no como esclavos, sino

~uténtica­

mente como animales. Mal

a

limentactos, cubi·ertos apenas

- de harapos, golpeados sin pi-edad, estos ti-ernos parias crecen

en el dolor y el sufrimiento. Al principio, --Bus padres van a

visitarlos de vez eñ. cuando y les llevan alimentos; luego

las visitas empiezan a espaciarse, y al cabo de un tiempo los

prog·enitores no se preocupan más de los pequeños .mártires.

94

/