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A veees es el propio marido engañado o sus
parie~tes
quienes· proceden a la venganza. Durante la ausencia del
culpable, suspenden al quicio de la puerta de calle los cuer–
nos infamantes, condenando de este modo al peeador a la
execraci9n pública.
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La vida familiar entre los quichuas es, pues, generalmente .
tranquila y feliz, sobre .todo cuando la religión le agrega
las .virtudes cristianas.
Los abuelos se ven rodeados del respeto y los cuidados
· de todos, aun en sü más extrema ancianidad. A nadie s.e le
ocurriría reprocharl·es la ociosidad de su existencia, estado
provocado exclusivamente por
los
años y las enf·erm·edades.
Aunque su aspecto sea repugnante a veces, todos lo.s vene–
ran, pues ·ellos son los "pens.ador·es"' los . sabios llenos d·e
experiencia y siempre. dispuestos a dar un consejo útil. Las
noches de luna, sentactos junto a la ruca, relatan a sus des–
cendientes las tradiciones de la ra,za o simpl.emente los cuen–
tos y ley.enda:s que su viva imaginación inventa. Hasta hace
muy poeo tiempo eran los reyes de la choza, y tanto niños
como mozos debían saludarlos besándoles las manos.
.P.ero dos causas principales alteran a vec·es este cuadro
feliz. Una de ellas es la miseria. En las regiones más esté–
riles de las montañas, donde ha desaparecido la vida en
común de los ·clanes, el indio ya no consigue alim·entar su
numerosa prole. ¿Qué haee entonces? Rega,la o vende sus
hijos. Si una helada destruye sus siem·bras o· una epide1nia
diezma sus rebaños, el quichua del altiplano desciende al
pueblo más cercano o a la capital de la ·provincia, y pone
·en subasta a uno de sus h'ij os por uno o dos <;lecalitros de
.maíz. El comprador, algún mestizo enriquecido, un escribien–
tillo de notaría o un colono sin conciencia, adquiere de
este modo a.l muchachito o la niña como '·'doméstico".
¡Qué triste eufemismo el de .esta prulabra! Algunos amos
cuentan con una decena de estos pequeñps indios de las
sierras,
y
los tratan, ya no como esclavos, sino
~uténtica
mente como animales. Mal
a
limentactos, cubi·ertos apenas
- de harapos, golpeados sin pi-edad, estos ti-ernos parias crecen
en el dolor y el sufrimiento. Al principio, --Bus padres van a
visitarlos de vez eñ. cuando y les llevan alimentos; luego
las visitas empiezan a espaciarse, y al cabo de un tiempo los
prog·enitores no se preocupan más de los pequeños .mártires.
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