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-

. ramen-te

e~rio

y ale.gando una ineludible visita a un primo

lejano gravemente enfermo. Inmediatamente

se

inicia entre

los esposos un diálogo

r

agridul·ce, se _llega a

los

golpes y no

tarda el indíg.ena en llegar a los extremos. Luego ambos se

acuestan, pero bajo las

~eniz.as

co:qtinúa ardiendo la brasa.

Por la mañana, bajo cua

lquier

pretexto, se reanuda la que–

rella. Aporreada, desgreñada y furiosa, la india se .decide

):'ápidrunente: coge

sus

trapors, nace con ellos un paquete, se .

echa

a

la ·espalda el más pequeño de sus hijos, y sale tro–

tando hacia la choza de su padrino de boda, quien, por de–

recho legítimo, es mejor árbitro que ·los

padre~

en estos con-

flictos conyugales.

#

Después de escuchar las quejas de su ahijada, el pa–

drino convoca a los miembros principales .de la familia de

ésta, y al día sigui·ente, al amanecer, todos se presentan en

la choza abandonada. Bajo los grandes árboles,

s.en

~ados

en

el suelo, mudos y taciturnos como los amigos

de J

ob, los

asambleístas mascan la .qoca sumidos en las melancólicas re–

flexiones que les sugiere

e1

paso que van a dar. Los dos

esposos están sentados juntos, la cabeza gacha como los cri–

minales en el banquillo de los acusados.

·_A fuerza de meditar, el juez encuentra por fin estas

palabras para iniciar el deba te:

-Mis queridos ahijados, ¿soy yo .vuestro padrino?

--.Sí

.

.,..

-¿N

o fuí yo quien os condujo a la iglesia?

-Sí.

-¿No fuí yo qui·en alquiló la gran harpa ·el día de vues-

tra boda?

-Sí.

---Bueno, si reconocéis todo

esto~

escuchadme bien.

Tú,

\

Manuel, eres un tunante, y por las noches

te

vas de fiesta

con la guitarra bajo el brazo. Además, eres un borracho em–

pedernido. No das un centavo a tu mujercita. Luego, en una

'farra, una vez quemaste

tu

poncho; también sé que un dia

dijiste que yo era un "adoquín"... ¿Es cierto todo esto, si

o

no?

Bajo estas formidables acusaciones, el culpable se ·sofoca

de vergüenza y

asi~n

te a cuanto dice el juez.

-Bueno -eontinúa el magistrado quichua-. Ahora te

toca

a

ti, Ltlcía. D·emasiado a menudo recriminas a tu que–

rido marido, eres perezosa en el lavado de la ropa, vendes

el maíz a escondidas

y.

no echas sal a la sopa. ¿Es . verdad

esto, si o no?

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•.

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