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infeliz baja la cabeza y llora todas las lágrfmas de sus ojos.

El

inf~nticidlo

y demás vi·cios antinaturales no existen

entre eHos. Tampoco se observan casos de verdadero. divor–

cio. El adulterio es severamente desaprobado por todos, tanto

a causa de su innato sentido moral -como por su -conciencia

religiosa

y

los re-cuerdos tradicionales de_l pasado. Bajo los

incas, todos los crfmene.s contra el matrimonio eran casti–

gados despiadadamente. El aborto voluntario, el ·incesto, la

infidelidad del esposo, tenían pena de muerte. La ruptura

o la separaeión caprichosa de los cónyugés provocaba tam–

bién la sentencia capital,

y,

además, se la prec-edía de crue–

les suplicios. La

tr~ición

de la muje:J; se penaba por medio

de una sangrienta flagelación.

·

Este

respeto a . los

l~zos

conyugales reina aún entre los

quichuas. Aunque no impide todas las debilidades, por lo

m·enos provnca la censura general de los criminales. La in- .

fidelidad se estigmatiza con éstas pal:abras que hor.rorizan

al l.ndio: "Fulano ha roto la cruz de su matrimonio". Jue·ces

-y vengadores de la moral, los

varayocs

intervi.enen entonces

con e.l prestigio de su autoridad; van en busca de los delin–

cuentes; los nevan aa hogar y los obli:gan

a.

"reparar y car–

gar nuevamente eon 'la

~cruz

mrutrimonial", lo que tmplica

una pena aflictiva y una reconciliación púbUca.

· ·Cuando la mujer es la culpable, los

jef.e~S ·

indígenas fijan

un domingo como-dí·a de expiación, eportunidad en que gran–

des multitudes a.cuden a la aldea para asistir al mercado

y la misa. Condenan entonces a la a:dúltera a ponerse sobre

los hombros una pesada ·cruz y la ·conducen a la

puer.ta

de

la igl•esia o a la plaza. Debe permane·cer allí un nrúmero de–

terminado de horas.

A

menudo, agobiada bajo el peso del

m~dero

y de su

vergüep.za

, la infeliz se desploma agotada,

bañada en lágrimas y ,sudor; pero los jueces inexorables la

Obligan a incorpOFarse Y· no a•COrtan en Un SOlO minuto el

suplicio.

Si ha sido el marido quien ha quebrantado el juramen–

to nupcial, su humillación es más espantosa

aún~

Por una

sentencia· irrevocable, los

varayocs

ordenan ·que se le ate a

un poste en medio de la plaza ·en un día de gran afluen·cia

popular. Se le .amarran a la frente dos cuernos de buey que

denuncian a loo transeúntes la naturrulez.a de su crimen.

Durante todo el día ha de perman,ecer allí, sin comer ni

beber, recibiendo sólo las continuas invectivas

y

1os san-

'grientos sarcas-mos de Jos espectadores.

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