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¿qué

quieres

decir~

-¡Que soy viudo!

-¿Desd,e hace mucho tiempo?

--Desde la muerte de mi mujer. . .

,

Un sacerdote interroga a otro, un joven que lleva una·

cantimplora al cinto:

-¿Qué ne-

va.s

a;hi?

-Aguar.di·

ente para

e~l

camino.

--¡Ah!

Así

es_que sueles emborracharte .. .

-Jamás, Padrecito, mientras na- beba .. .

En

cierta ocasión, los 'misioneros piden a su ayudant·e

indígena que les lave una ropa. El indi-ecito prom·ete ha- ·

cerio, pero-, por la tarde, el paquete de ropa sucia está en

el mismo

lugar~

-Bueno, ¿y por qué no haS hecho lavar esa ropa?

-Padrecito,

)es

pedí a todas las dueñas de casa -de la

v~ecindad qu~e

la lavaran, p-ero no quisieron, hacerlo.

--.¿'Y por _qué?

·

-Dic·en que la ropa de -los apóstoles es sagrada, y que

es un crimen tocarla.

D·e modo _que costó bastante conv·encer a las indias de

que hicieran este favor; temían un

ca~tigo

de'l ci·elo pgr esta

profanación.

-En Pampachiri (

ti~erra

de frío), los valientes serranos

se desvivían por que nada faltara a

sus

"redentores". Al_lí

proveían los 'pobres lo que no daban los ricos ·en otras par–

tes: huevos, aves, corderos, papas, etc. Con estos materiales,

una anciana preparó guisos inv·erosímHes, a los que a me–

nudo se resistía el estómago ·europeo. Una mañana, al volver

de misa, un Padre le preguntó:

'

-¿Estás contenta de tenernos aquí?

-¡Oh! Sí. ¡Estoy encantada; bendito sea Dios y su

s~anta

Madre, pues ahora puedo

c~omer

·en abundancia y bueno!

En

Un.amarca (cima alta), un indíg-ena quería confe–

sarse por su padre. El .misionero le pr-egunta extrañado qué

significaba aquello, a lo que el cándido penit·ente contesta:

-Es q

ue mi padre. murió ·sin haberse conf,esado, y esto

me

caú.sa

mucha pena. Veñ:go a hacerlo por.

él.

Esté tran–

qui

lo, pad

recito, pues cono_reo sus principal·es pecado's y se

los diré para recibir la absolución en su

nombr~e

...

Este

es,

sin duda, un acto d

e piedad

filial tan espontá–

ne~

y enternecedor como poco

.teológi.co

.

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