n rincón de las montafías que dominan Huanta, uno
de
nue.st...o.s misioneros fué llamado a la cabecerá de un in–
di
ec.ito enfermo. Se llamaba Lanchi y tenia siete años y tres
lunas. Lo había atacado el "muru", viruela negra, que
las torm·entas casi diarias de octubre propagan fácilmente
de choza en choza y de .modo espantoso.
.
· El cuerpo se cubre rápidamente, d-e la cabeza a los pi€s,
de pequéños granos min-úsculos. Nacen de todos los poros
y
luego ·estallan sanguinolentos. Las pústulas aparecen hasta
en
J-a
retina, y al reventar provocan la ceguera completa.
· Entregado conscientemente a la descomposición que lo de–
vora, el infeliz se
·revue~·ca
y gime sobre el pellejo que le
sirve de cama.
~sin
fuerzas siquiera para gritar, se lamenta
solo, pues los tumores, que lo cubren como de una púrpura.
mortal, despiden tal fetidez, que los propios padres de la
criatura se alejan horrorizados. No se ac.ercan al hijo sino
en el
mom~nto
de la agonía.
En
·esos mome11tos, junto al
tronco cubi-erto de un trapo que sirve de ·almohada, plantan
una cruz de madera tosca cubierta de flores: ·es éste el sím–
bolo de su supremo adiós.
Así fué la muerte de Lanchi. Al día siguiente, por
Üt
tarde, seis indias y tres
h-ombr.esavanzaban por los senderos
en espiral, hacia ·el ce
m-enterio.El indio que encabezaba el
desfile llevaba una corona de flores .campestres, rosadas y
azules; los otros dos sostenían sobre los hombros una larga
pértiga, de la cual c<;>lgaba una hamaca de tela gris. eón
su paso cadenctoso y parejo, mecían el cuerpo del pequeño
difunto, cubierto de hierbas odoríferas.
D·etrás de ellos, dos mujeres canta·ban entre sollozos,
mientra-s la madre, desesperada, modulaba estas palabras:
"Yo había criado una paloma -
-que aun no volaba. - Yo
había alim·enta-do un pichón -
que aun no agitaba las
alas. -
~ra
único, -
·mi tierno palomo, -
y ·
h~lo
aquí que .
ya se ha ido lejos de mí."
~cuando
se trata de un bebé, lejos de constituir la muert·e
un motivo de duelo, .es para todos causa de regocijo. Na–
turalmente, la madre llora
"a
su angelito, que el Padre Ce–
lestial se llevó a su patria desconocida"; pero luego se
pr~-
'
·s:enta la madrina. Con evidente orgullo, viste al pequeño
cadáver -con prendas rosadas y azules, lo adorna de encajes
y
galones,
m~nda
conf-eccionar un minúsculo ataúd blanco, lo
cubre de flores, alquila un harpa ·e invita al vecindario a
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