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El Padre seguia un estrecho sendero que au &uia inc11-

gena le iba abri,endo, machete en mano, a tr.avés de la tu–

pida vegetación de la yungla. De pronto, el muchacho da

un grito de dolor; una víbora negra se le ha enrollado en

la pierna y le clava los colmillos en la pantorrilla. Cons-

- · ciente de su fin inevitable y cercano, ·el

her~do

se tiende re–

sign-ado sobre un tronco ·caído, se confiesa y

~ecibe

la ex–

tremaunción, sacra:mento de los moribundos.

'E'n ese instante, por él 1ado opuesto de1 monte, asoman

· trés indios de la selva. S.e acercan, piden una descripción

del reptil que ha huido, examinan la herida ya 1ivida y des–

·apa.recen por entre los arbustos.

Al cabo de url momento vuelven presurosos -con un· pu–

ñado de hierbas. Las ma-chacan rápidam·ente sobre una pie–

dra y las ·colocan en

~cataplasma

sobre la mordedura, pro–

metiendo pronta y

s~egura

éuración al

he~rido.

En ef,ecto, en

menos de tres horas, el condenado a muerte reanudaba la

m-arena como si nada hubiera sucedido. Las plantas anti–

venenosas h.abian p.eutraltzado la .ponzoñ·a y ca-uterizado la

herida.

'

Uno de los males más terribles que a:fl'igen a los habi–

tantes d·el altiplano ·es

~el

cólico, casi instantáneo y

a

me–

nudo mortal, provocado por

~el

frío intenso a

es~as

alturas

d.~

·cincO> mil metros. Para combatirlo y salvar sus vidas, los

quichuas

~·e

prove·en de una

hier.ba

que crece junto a las

nieves .eter,nas y que lLeva

~el

nombre poético de "Niño de

oro": Ia corihuaina. Cuando uno de ellos se si-ente víctima

de ·estos violentos do.Jores de ,entrañas, un compañero se

1

apresura a

s~ervirle

una infusi-ón hirviente de estas hojas;

es como una ola de fuego, que caUenta el interior del pa-

,

ciente, deteniendo la

~crisis

y suprimiendo el hi·elo de la

muerte.

E1

yanahuarmi,

"mujer negra", es otra planta ·maravi–

llosa de oscuras nervaduras v que s1ana los más. crónicos

y

crueles reumatismos. He

~aquí

un caso que

inie

fué :velatado

por un sacerdote a·migo:

"En la aldea de Pampas vivía

11·n

francés, tan graye–

mente enfermo, que todas .sus articulaciones se habían d·e–

formado espantosa-m·ent·e. Las rodillas le tocaban el men–

tón. Una india tuvo compasión de él y le ofreció su ayuda.

Un día se presentó con una alforja llena de

"muj ~er

ne–

gra".

Pr~cedió

ante todo a envolyer al enfermo en una

sábana, pues el eontacto directo con la hoja le habria que-

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