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procedimientos para afinarlos, no hay antaras el e conformación substan–

cialmente diferentes.

Sin afirmar categóricamente que el LA de las antaras peruanas

antiguas esté regulado por las 870 vibraciones, ya que el Tahuantinsuyo

no poseyó los correspondientes instrumentos acústicos para calcular la

altura absoluta de los sonidcs musicales, quiero dejar constancia de que,

por lo mismo, es verdaderamente admirable cómo los sonidos de los

tubos de las antaras precolombinas, guardan esa

Telativa conformación

y

con-elación)

lo reptito, con

el sonido tipo

aludido, fluctuante entre

las expresadas 870 y

922

vibraciones por segundo, lo cual se clesprencle,

además, de que

todos

los inves tigadores que han determinado los

sonidos ele aquellos instrumentos, lo rea lizaron basándose siempre en

el diapasón universal. Esto es e\·idente, porque en realidad, se puede

concertar perfectamente aquellos viejos instrumentos

(conociendo a

fondo su mecanismo), con los temperados modernos, como el piano, por

ejemplo (1). Ello comprueba que Jos músicos del incanato tenían un

oído ex traordinario y una visión sorprenden te, para contemplar la

entonación perfecta de Jos cantos, determinanclo, con gran acierto, la

tesitura el e las voces y de Jos instrumentos. Al intento, quiero citar

nuevamente otro caso, entre los mu chos, el de la antara N9 17.734,

perteneciente al Museo Etnográfico ele Buenos Aires y procedente de

Nazca, de la costa peruana, en la jurisdicción política del actual depar–

tamento de Arequipa: suyo es, pues, si así puede decirse, este aconteci–

miento glorioso para su historia.

No debe, pues, causar sorpresa alguna la existencia de un sinnúmero

de melodías que corresponden automáticamente a este admirable

instrumento, cuyo valor clccumental nunca será loado suficientemente.

La siguiente pieza, que es una parte de la danza litúrgica incaica llama–

da PALLA, extinguida hoy, pero que yo la capté en mi nií'íez, y la

VI

Andantino

ltfF

e

1

N9 33

(1)

Véase la nota 1 de la página 46.

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