Y no debe causar extrañeza el casi infantil alborozo con que acabo
de calificar este imponderable instrumento (
1 )
Es que con él he encon–
trado algo como la lámpara. de Aladino, con que podremos evocar la
presencia del genio tutelar de la gran civilización incaica, o como el
mágico "Césamo" que nos abrirá la entrada de los tesoros culturales
de aquel pueblo gratuitamente desprestigiado, por el juicio a priori
y harto ligero de quienes, en el escozor de la dialéctica apresurada, no
repararon en dar curso a sus opiniones atropelladas.
Más hoy, sobre todas las incredulidades, y, al través de las nieblas
pesimistas, surge una evidencia fulgurante que, como un relámpago en
medio ele las tinieblas, ilumina hasta el fondo, las entradas del pasado,
revelándonos
el
misterio sorprendente que cubrían las densas capas
de los siglos. Y es ese pequeño instrumento, ele modesta apariencia, ese
rayo que rasga las tinieblas; el poderoso ariete que rompe los prejui–
cios; la pluma que tarja muchas páginas de la historia oficial
y
escribe
otras nuevas que, subsanando errores ingenucs, mostrará la verdad
irrecusable de que los incas, habían llegado a una esfera cultural más
elevada que muchas naciones del Viejo Mundo, en aquellas edades.
En abono de lo dicho, transcribo a con tinuacién, ofreciendo ejecu–
tarlas materialmente en una conferencia pública, una Huanca, o Himno
agrario incaico, captado en la ciudad ele Pomacanchi, de la provincia
cuzqueña de Acomayo, y un huayno de la
mi~ma
procedencia, que
corresponden con exactitud a dicho instrumento y que son modelo de
belleza, ciencia y arte. He aquí las expresadas melodía:
(N9 7) .
(1)
El autor expuso ese
instrumento
y
otros muchos. en
la conferencia que
en el Teatro Nacional de Comedia sustentó el día 28 de agosto de 1944, ejecutando
en él
y
los dem;\s. concertados con el piano, varia melodías tradicionales incaicas,
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