Table of Contents Table of Contents
Previous Page  49 / 162 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 49 / 162 Next Page
Page Background

cables a ellos mismos y no a los instrumentos ni a sus constructores, a

juzgar por mi descubrimiento antes referido; pues, indudablemente el

o los instrumentos descubiertos, antes de ser probados, fueron some–

tidos a un proceso de limpieza que habría deshecho y eliminado las

sustancias que fueron empleadas en su tiempo, a efecto de la afinación.

Así, inconscientemente, por supuesto, falsearon sus juicios sobre la

perfectibilidad de los instrumentos, quitándonos al mismo tiempo, parte

ele su valor documental para los resultados de la investigación.

A falta ele los datos preanotados, algunos investigadores han creído

que la afinación de los instrumentos incaicos, o preincaicos, obedecía

a otra especulación acústica. Entre ellos el señor Vega, sentando la

siguiente premisa: "Hay, pues, en América, afinaciones que resultan

de la relación de

quintas,

tal como en algunos pueblos del antiguo

Oriente, además de las pentatónicas", cree evidenciar una cadena de

quintas (sin fallas) , y opina: "Yo me inclino a creer, hasta tanto se

proceda a la medición de las alturas absolutas, que estas s1rmgas

se

afinan, COTtando el tubo inmediato agudo a la altura de la quinta del

inmediato grave,

y

no éste a la cuarta de aquél".

Sin embargo, el procedimiento de la afinación tradicional se observa

aún en el Perú; y llama la atención que ello sea semejante, o quizás

el mismo sistema empleado por los chinos antiguos, desde la época del

sabio Ling Lu, quien , como ya manifesté antes, se cree que inven–

tara la siringa china (que se llama

ciao),

y que, además, para determi–

nar la exactitud de los sonidos de cada uno de los tubos, los llenó de

mijo, contando luego los granos, para, según su cantidad, fijar la lon–

gitud del tubo destinado a cada sonido musical, reuniéndolos luego en

una hilera, para formar un solo instrumento. Ahora bien, los fabri–

cantes indígenas de antaras en el Perú, conforme a lo que he podido

comprobar personalmente, en Conima, pueblo aimara de las orillas

del Titicaca, emplean ese mismo método; sólo que, en lugar de mijo,

hacen uso de unas piedrecitas acondicionadas ya al efecto, y en tama–

ños especiales para cada tubo a construir. No hay duda, pues, que

para las antaras de terracota, piedra, metal y madera, había moldes

preestablecidos, pero fundados sobre el mismo procedimiento.

Es altamente significativa esa semejanza de procederes, que toma

mayor interés, si se tiene en cuenta las sorprendentes similitudes antro–

pológicas entre los chinos o individuos de esta raza,

y

algunos indígenas

aimaras,

y

más aún entre aquéllos

y

los salvajes de las selvas peruanas

que conservan su raza en

w

primitiva pureza, notándose una admirable

analogía con los japoneses, al extremo ele que, si uno de esos salvajes,

45