vestido con indumentaria japonesa, se colocara al lado de un hombre
de esta nacionalidad, sería casi imposible precisar cuál de los dos
es el japonés auténtico.
Volviendo al caso d e las antaras, resulta siempre aventurado y peli–
groso deducir la procedencia de ciertcs instrumentos musicales, sobre
Ja base de simples sospechas, semejanzas relativas, o coincidencias que
pueden ser casuales, sin contar con un apoyo documental fehaciente.
Bajo este concepto, estoy de acuerdo con el señor
J.
C. Muelle, quien,
al apéndice a que me referí, añade esta prudentísima y acertada afir–
mación: "Es aventurado considerar emparentadas las zampoñas de las
diferentes partes del mundo. Una idea elemental hace que el hombre,
que ha obtenido sonido de un tubo, hueso o caña, y ha relacionado
la calidad de ese sonido con el grosor y la longitud del tubo, reúna
varics de éstos, para coleccionar una serie de sonidos: ha podido así
llegar independientemente en varios lugares al mismo invento."
Es así cómo opinan también las más grandes figuras ele la ciencia.
Por eso, las · siguientes palabras del doctor Fr. Volbach, en su libro
"La Orquesta Moderna", refiriéndose a la invención aislada e indepen–
diente de las primitivas flautas, merecen
el
más profundo respeto :
"Esta evolución que acabamos de esbozar, no hay que imaginarla como
localizada en un lugar o país de terminado ; pudo repetirse donde
quiera, y así fué en efecto."
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