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tancias de otros relatos; por eso no han consignado nada valioso sobre

la constitución íntima, formas, cualidades emotivas, .caracteres de su

técnica, ni nada que abone históricamente el conocimiento y estudio

técnico del arte musical de los indígenas americanos.

Considerando que esos cronistas probablemente carecían de cono–

cimientos técnicos sobre música, quizás nos inclinaríamos a justificar

su negligencia, acerca de un detalle de tanta importancia en la Historia

americana, y que, por lo mismo, no alcanzaron a comprender esa

expresión del alma popular, como es la música, y no le dieron más

importancia que a los hechos de insignificante valor. Añadamos a él

que, para el espíritu que animaba el ambiente europeo en aquellos

siglos, los referidos cronistas creyeron satisfacer las necesidades de la

Historia, con describir únicamente la faz material de los pueblos y,

por el lado es piritual, su credo exclusivista y fanático, no les permitió

parar mientes, sino limitadamente, en cuestiones que les parecía una

manifestación del arte satánico. Pero, aún así, pudieron haber consig–

nado, con1 sus relaciones, siquiera una descripciÓ\11. sintética· del lo6

caracteres generales de la música, de las canciones

y

de las danzas, que

hoy nos hubi eran prestado un valioso punto de apoyo, para nuestras

investigaciones y estudio sobre el adelanto cultural de nuestros remotos

antepasados, especialmente en el aspecto artístico. Y no sucedió así.

Por el contrario, parece que la mayoría de los cronistas españoles,

estuvi eron de acuerdo con

los

conquistadores y autoridades coloniales,

quienes, con el premeditado intento de menospreciar

y

deprimir el

valor intrínseco de las culturas encontradas en América, las destruyeron

sistemáticamente, prohibiendo

el

ejercicio de todo cuanto significara

manifestación espiritual, como medio de extinguir la personalidad

humana del aborigen, considerándolo un ser inferior, equiparable a

la bestia e indigno de la más leve distinción

y

trato humanitario. Por

eso, bien advierte Carlos Vega, en su libro "Danzas y Canciones

Argentinas", que, "si algunos elementos de su vida material (del

indígena) p asaron a engrosar el caudal ele los vencedores, ni una sola

melodía, en cambio, ni una sola not a, ni una danza, ni instrumento

alguno de los suyos fueron adoptados por los habitantes de origen

europeo". Esto ocurrió especialmente en el territorio argentino, donde,

como dice el mismo autor, "los españoles no se molestaron en rechazar

el canto de esos indígenas inferiores, porque ni siquiera imaginaron la

posibilidad de tenerlo por expres ión audible" .

En el Perú, a pesar de las anatemas españolas, sobre la música de

los naturales, los fr ail es misioneros, incorporaron a la música litúrgica

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