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!.N BoLIVIA

do por el P. Herrero el

18

mayo

1838

salió

elegido por superior el P. Matías Bretón y

discretos los Padres Juan Antonio Roca, Bue–

naventura Molins, José Cors y .Tomás Majue–

lo. Acompañando al P. He rrero y con ánimo

de extender su · celo apostólico en la funda–

ción y régimen de las Misiones. salieron tres

religiosos de Sucre, estableciéndose en Sau–

ces-antigua Misión de Tarija, que hoy lleva

el nombre qe Monteagudo-, y el P. Ansel–

mo Cianea logró penetrar en la ranchería

Ti–

cucha,

im provisau do un a pequeña Misión,

pero los indios y blancos que pululaban por

aquellos territorios, sin moral ni ley alguna,

· no

d~scansaron

hasta echarle y cansarle, vol–

viendo con los dos compañeros a Sucre a in–

formar a su Colegio. El P. Lucas Caño murió

a efecto de las enfermedades contraídas en

.Sauces

(1843).

· Los Padres José Cors y Manuel Viudés fue–

ron enviados en

1840

en auxilio del P. Lacue–

va y, al parecer, con la intención de que aque–

llas Misiones dependieran de este Colegio;

pero no tuvo personal suficiente para proveer

de misioneros, y las Misiones de Ouarayos se

incorporaron a Tarata. Con objeto de au–

mentar el número escaso de religiosos del

Colegio vino el P. Bretó a Europa en

1843

y

1

estuvo de regreso al año sigui en te con

16

sa–

l

cerdotes y tres hermanos legos; ya tenía per.–

sonal bastante para reanudar sus tareas apos–

tólicas. Pero el Arzobispo de La Plata suplicó

al Colegio que recibieran y restauraran el

convento de Potosí, y el

1.

0

agosto

1844

fue-

ron destinados el P. Bretón con ocho religio–

sos más

(48).

Si el Colegio de Sta. Ana de Sucre no tuvo

la suerte de explayar su celo en tierras de in·

fieles, teniendo a su cargo misiones que re·

gir, fué madre y creó el Coleg.i9 de

San An–

tonio de Potosi,

que satisfizo plenamente las

ansias apostólicas de aquellos Padres bene–

méritos de Sucre. Enclavados en la capital de

la república tuvieron mil asuntos que venti–

lar, así como se les encargaba de muchas co–

misiones que se necesitaba un inagotable es–

cuadrón de personal para ejercerlas e o n

acierto y fructífero resultado.

No obstante, intentaron de nuevo fundar

31

Misiones entre los chiriguanos, escogiendo

como base

San Juan del Pirai,

anexo del cu–

rato de Pomobanba-hoy Azurduy-, a don–

d~

fué designado el intrépido y activo P. Juan

B. Beltrán; el año

1865

se les entrega Azur–

duy, que absorbe toda la atención del padre

Beltrán, dejando la regencia de San Juan en

manos del P. Salvia Costa; y cuando en

1868

se le deja libre del curato de Azurduy y re–

nuncia a la gttardianía del Colegio, penetra

animoso y confiado a S. Juan del Pirai en

compañía de los Padres Vicente Belenguer,

Lucas Torner, Pacífico Salsamendi y el lego

Antonio Torres; incansable y dinámico em–

prende difíciles excursiones que le hacen en–

fermar y morir el

5

febrero

1869;

al poco

tiempo le sigue al sepulcro el P. Lucas Tor–

ner (.12 marzo

1869)

en el mismo lugar de¡

Pirai, sin haber logrado cristalizar ninguna

Misión. La Comunidad del Colegio, en Acta

Discretorial del

30

marzo

1869,

decide entre–

gar el curato de S. Juan del Pirai y ordenar

el regreso de los misioneros.

Se trató del

probl~ma

misional en última

tentativa, el año

l903,

solicitando del Colegio

de Potosí la cesión de la Misión del lngre, co–

mo centro misional para establecerse en la

región de Numbía que pedía misioneros . Allí

fueron los Padres José M.a Lozano, Gregario

Oonzález de Apodaca y Bernardino Ochoa.

Al poco tiempo, el

14

dic.

1904,

murió aho–

gado en Parapití el P. Lozano, joven y de ca–

pacidad asombrosa para el porvenir, coster–

nando a toda ·¡a Comunidad tan triste y fatal

noticia. A esta desgracia siguieron otras pro- ·

videnciales y crueles; y en

1914

se retiró del

lngre ·el P. Francisco J. Catalán, devolviéndo–

se dicha Capellanía al Colegio de Potosí.

No obstante de haber fracasado todos los

nobles y constantes deseos de establecer Mi–

siones entre los infieles que con tanto tesón

persiguieron los Padres de Sucre, fueron in–

numerables, con maravillosos resultados, las

dadas entre los fieles,

y

de un fruto espiritual

tan notorio y aventajado que ello bastaría

para justificar y aplaudir la labor religiosa

del mencionado Colegio

(49);

se fundó la

Li–

brería Católica

en la última década del siglo

pasado que tuvo por objeto adquirir libros,